Finalmente, en este mes concluye la aventura de diversos políticos advenedizos que decidieron crear sus propios partidos para perpetuarse en un cargo público y de esa manera medrar con el erario.
La extinción de diez partidos políticos demuestra que las leyes que permiten su creación deben endurecerse para no banalizar algo tan importante como la participación política.
El escenario creado en los procesos electorales de junio pasado fue confuso para los electores, que al final resolvieron el dilema mediante la elección de los partidos más antiguos, aunque alguno de ese grupo finalmente quedó fuera y deberá desaparecer, al menos su registro estatal.
Necesitamos partidos que sean competitivos y que aparezcan como alternativa clara y no solo como simples franquicias.
Por lo pronto, la justicia poética nacida de los votos permitirá la poda (parcial) del árbol de la política representativa.