El ambulantaje en Cuernavaca se ha convertido en algo más que un escape al desempleo: hoy, quienes realizan esa actividad sirven para que sus líderes busquen poder y prebendas a costa de los ciudadanos.
La actividad económica formal del primer cuadro de la ciudad -restaurantes, comercios de todo tipo, oficinas de servicios- ha sido afectada por la ocupación de las calles, no por la competencia que pudieran representar, sino por el bloqueo de actividades fundamentales, como el abasto de materias primas y energía que requieren los establecimientos.
Todo eso sin contar con la imagen deprimente que ofrecen de la ciudad, alguna vez un referente del turismo nacional.
La oferta de una de las organizaciones minoritarias que controlan el comercio ambulante para negociar no suena sincera, pues lo que pretende es la institucionalización (que no la formalización) de esa actividad.
Es obvio que se requiere una salida al problema, pero ésta no debe significar el uso de los menguados recursos públicos ni la continua afectación a la ciudadanía.