Los cigarrillos electrónicos se han convertido en un problema de salud pública por la absurda persistencia de sus usuarios al recurrir a esos aparatos, a pesar de que se ha publicitado ampliamente el grave riesgo que representan para la vida.
En determinadas circunstancias no es necesario esperar largos años de adicción para morir de cáncer o alguna otra enfermedad pulmonar obstructiva, sino que bastan algunas bocanadas para sufrir graves infecciones, que producen una muerte casi fulminante.
La insistencia de usar los vapeadores -como se conoce ahora a los cigarros electrónicos- no se entiende, pero la autoridad está obligada a preservar la salud de la población.