La edición de ayer de éste periódico destacaba el daño que puede causar al cerebro de los niños la exposición a toda clase de pantallas. Hoy se hace referencia en una información a que el daño no solo es físico, pues existe la posibilidad de que las peleas que se producen afuera de muchas escuelas tengan en realidad un fin protagónico, de destacar en las redes sociales.
La rápida sustitución de valores de las nuevas generaciones ha provocado una ruptura que no se ha podido interpretar y que amenaza con desbordarse.
Poner en riesgo la integridad física por unos minutos de fama suena irracional pero no para quienes lo hacen.
Ni la escuela ni el hogar han sido instituciones que puedan proporcionar a los niños y jóvenes la sensibilidad suficiente para resistir el encanto de las redes sociales, por lo que quizá sea el momento de considerar ese tipo de conductas como problemas de salud pública y enfocar las energías de la sociedad en esa dirección.