Desde hace demasiados años la feria que se instala en septiembre en Tlaltenango se ha convertido en un problema para toda la ciudad, sobre todo porque el cierre de la avenida Emiliano Zapata hace que tanto los automovilistas como el transporte público deban dar largos rodeos para llegar del centro o sur al norte de Cuernavaca.
Aunque se ha logrado reducir en varios días la duración de la celebración, pero el problema persiste.
En 2022 se anuncia que se limitará la extensión de vía pública que utiliza el comercio informal que allí se da cita, a la espera de una solución más amplia a la complejidad del problema.
Sin descuidar las tradiciones, la ciudad debe entrar a un modelo que ya se ha practicado en otras ciudades, como Iguala, cuya fiesta de febrero desde hace décadas dejó de bloquear su primer cuadro y hoy se realiza en un sitio creado expresamente, algo al que también debemos aspirar y que en principio ya se ha contemplado.