No debería ser un dilema elegir entre la vida y los bienes materiales, pero sí lo ha sido para aquellas personas que decidieron construir sus viviendas en lugares de riesgo.
A pesar del grave peligro que enfrentan cada época de lluvias, las familias que viven en lugares que deberían considerarse inhabitables se resisten a abandonar algo que consideran su patrimonio pero que en realidad es una trampa mortal.
Si bien es cierto que la oferta de vivienda asequible es reducida en Morelos, la realidad es que la corrupción permitió los asentamientos en las orillas de ríos y barrancas a lo largo de varias décadas.
Ahora -como cada año- se debe enfrentar la realidad y determinar si el riesgo que se asume vale la pena.