Las alertas no eran exageradas: cada año, la mayoría de quienes viven en zonas de riesgo son notificados al inicio de la época de lluvias de que deben abandonar sus viviendas por la posibilidad de que su vida esté en peligro.
Los destinatarios de los mensajes por lo general los desprecian, pues priman la conservación de un inmueble cuya propiedad no está siquiera garantizada a la propia vida, al jugar con las posibilidades, esto es, con el azar.
Desafortunadamente el escenario más extremo ya ocurrió, con un saldo trágico. Nada podrá reponer esas vidas truncadas.
Los llamados de alerta de las autoridades deben ser tomados en cuenta, sobre todo en lugares donde el peligro no es solo para una estación del año, sino que es permanente.
Quienes lucraron con la lotificación de zonas inviables para vivir con seguridad seguirán impunes, por el tiempo transcurrido, pero ahora quizá ya no se trate de a quién castigar sino a quién salvar.