Dentro de pocas horas se cumple el primer lustro de la tragedia que enluto decenas de hogares en Morelos y provocó un daño económico que aún no se ha cuantificado en su totalidad.
El sismo del 19 de septiembre de 2017 mostró las enormes carencias del sistema oficial de prevención de desastres. El gobierno anterior fue exhibido en su ineficacia pero también en su corrupción.
Cinco años después se desconoce el destino de la cuantiosa ayuda enviada desde todas partes del mundo para la reconstrucción.
Sin embargo, las lecciones que esa tragedia dejaron son tan valiosas como el coraje y la pasión mostrada por los hombres y mujeres de todas las edades que se volcaron de manera desinteresada e incondicional para prestar toda clase de ayuda a las víctimas.
Los jóvenes desbordaron todas las expectativas. Día y noche trabajaron para repartir artículos de primera necesidad y ayudar con las tareas de desescombró y el papel del gobierno federal fue básica para restablecer el orden en los sitios más afectados, aunque otros lugares menor visibles o con menores daños quedaron en el olvido.
Hoy sabemos que Morelos es una zona sísmica y la gente actúa en consecuencia. Quedan aún muchos pendientes, pero hoy corresponde recordar la memoria de las víctimas.