No hay gran margen de maniobra para los municipios en materia de finanzas. El problema es cíclico. Sin embargo, en cada proceso electoral las alcaldías son un platillo suculento por el que los institutos o actores políticos son capaces de excesos inimaginables para ocupar esas posiciones.
El ciudadano es el que termina por pagar la falta de servicios públicos y la carga onerosa en sus contribuciones, mientras la figura de autoridad municipal sobrelleva el trienio en especulación y simulación.
El problema financiero de los municipios es periódico. La solución parece estar en una sensatez y congruencia que no conocen las figuras de autoridad.