Hace varios lustros la comunidad de Tlalnepantla, cabecera municipal del municipio del mismo nombre, escenifico un largo conflicto social que trascendió sus límites geográficos y alteró la sana convivencia en toda la región.
Esos fueron días duros que terminaron por aislar a la comunidad durante varios años y fueron un retroceso en términos económicos en un lugar donde la actividad productiva no es muy boyante y se centra en un monocultivo.
Existen las instituciones que pueden canalizar el malestar de un grupo de habitantes. De no usarlas ya conocemos la historia: con actos de fuerza se exigirá al Congreso asumir una postura que molestará a la otra parte de la población de ese lugar, que a su vez se movilizará en defensa de sus intereses. Y así hasta el infinito.
Es mejor frenar todo eso y recurrir a las instituciones de manera ordenada.