Los diputados locales que controlan el G-15 llevan al límite sus ambiciones: no solo quieren controlar el Poder Judicial sino que aspiran a formar parte del Poder Ejecutivo, para lo cual pretenden forzar un tipo de gobierno como si fuéramos una democracia parlamentaria, un concepto que no existe en el país.
El priismo (o lo que queda de él) se ha prestado a ser la mano que se quema en la maniobra arriesgada de consolidar el poder mafioso que se construye cada día desde el Congreso.
Los legisladores que forman parte del grupo mencionado no tienen conciencia del papel que les han hecho jugar y aún se prestan a lo que sea.
La Historia, con mayúscula, seguramente será implacable.