Quizá cambiar las denominaciones de las distintas variantes del dengue banalizó una enfermedad que puede ser muy peligrosa e hizo que la ciudadanía en general dejara de temerle.
Dejar de usar términos como dengue hemorrágico y cambiarlos por términos como “no grave, “con signos de alarma” y “grave” parece que ha tenido su consecuencia.
Pero ahora de lo que se trata no es de alarmar a la población sino de obligarla a actuar para asumir las medidas preventivas más eficaces contra la enfermedad, que solo pueden hacerse en los hogares.
Evitar cualquier sitio que pueda convertirse en criadero para el mosco transmisor del dengue y de otras enfermedades debe ser una prioridad para evitar volver a escenarios como el del sexenio 2006-2012, cuando decenas, quizá cientos de personas fallecieron por culpa de la variedad hemorrágica.
El costo de dejar que prolifere la enfermedad sería enorme e injustificado, por la experiencia de salud pública que dejó la pandemia de covid.