Amacuzac es uno de los municipios más pequeños y menos poblados de la entidad y allí se ha escenificado un capítulo más de la rudeza con la que grupos pequeños pero organizados pueden aplicar a los ciudadanos comunes.
Organizaciones de taxistas que no son representativas del grueso de la población se dieron el lujo de confinar a los habitantes de la cabecera municipal para protestar por la competencia desleal que dicen enfrentar en su actividad, que desde hace ya varios años languidece por su alto costo y por la llegada de servicios alternos.
Los taxistas incurrieron en varios delitos que no serán castigados, por lo que en cualquier momento reincidirán. Ese tipo de conductas se repiten en comunidades relativamente alejadas donde grupos con algún tipo de poder pasan por encima de la población.
Para ser verdaderamente moderno, el estado requiere identificar ese tipo de amenazas y someterlas -desde la ley- para que el grueso de ciudadanos que solo se dedican a sus actividades acaben prisioneros de interés ajenos y a veces inentendibles.