No es lo que se ofreció en el 2018, y desde antes, como un cambio para el país.
El espectáculo de los últimos días en los recintos del Congreso de la Unión no es digno de nuestro país, ni de su democracia. Ni el titular del Ejecutivo federal, ni el partido oficial, consiguieron el consenso con la reforma al Poder Judicial. Al final, un mayoriteo accidentado, precipitado, y una operación política sucia, muy al estilo del viejo régimen, impusieron una reforma que deja dudas.
El riesgo de esta “aventura” oficialista es que ya ha mandado señales de desestabilización, incluso en el plano económico, donde los que pagan no son los políticos, sino los ciudadanos, a esos a quienes dicen defender.
El país conoce esa historia en su pasado. No se materializó el pregón de la transformación sin acuerdos de mayoría.