Con la presentación de denuncias por irregularidades encontradas en los procesos de entrega-recepción de las distintas dependencias del gobierno del estado, el elemento central que se pone en juego es la confianza de la ciudadanía.
Esa cualidad, más el reclamo de honestidad y transparencia en el manejo de los recursos públicos, realizado por los morelenses, fue lo que permitió hace seis años una alternancia que vio en la promesa de “no mentir, no robar y no traicionar al pueblo”, una opción electoral.
Por ello, develar hoy cualquier anomalía es además de una obligación, un deber moral que permite pasar de la especulación a materializar acusaciones. Será plausible que las denuncias alcancen los niveles necesarios y no se queden en sanciones únicamente para niveles de baja jerarquía, como muchas veces ha sucedido. Sólo así se afianzará esa tan anhelada confianza ciudadana que ya ha dado muestras de optimismo en evaluaciones de aceptación y popularidad hacia el nuevo gobierno.