Su triunfo electoral fue bien recibido y el entonces legislador mantuvo un discurso de honestidad y transparencia que, hoy se comprueba, no correspondió con sus acciones.
Aunque las evidencias no pueden determinar con exactitud si fueron sólo sus amistades las beneficiadas con más de un centenar de jubilaciones y pensiones tramitadas ilegalmente, el elevado número de casos hace imposible creer que se trató de errores y de acciones de buena fe.
Indebidamente, los beneficiarios de esas acciones recibirán un ingreso de por vida a costillas del erario, excepto que puedan ser anuladas, como se ha anunciado.
El deslinde de responsabilidades quizá sirva de poco, pero al menos el caso ilustra que independientemente del partido del que procedan y de su trayectoria anterior, los privilegios del poder y la falta de mecanismos de sanción hacen olvidar los principios y afectan a la ciudadanía.