El funcionario graquista pretende con eso culpar a los medios de comunicación de la pifia del lunes, cuando en un primer momento la excavación se hizo en un lugar equivocado, ago que él rechaza, sin comprender que en sus afirmaciones lleva pegada la mucha o poca credibilidad que tendrá su labor.
Si Morelos fuera un estado normal, el Fiscal General Javier Pérez Durón tendría las horas contadas, pero gracias al nepotismo con que se gobierna, el sobrino del gobernador seguirá en su cargo, seguramente hasta el final del aciago sexenio.
Y eso pasará a pesar de que al continuar con la exhumación de los cuerpos se detecte que uno o varios fueron sepultados sin la carpeta de investigación correspondiente, lo que implicaría determinar por qué fue enterrado allí y quién lo ordenó.
La sola posibilidad de que además de las fallas administrativas encadenadas en esas fosas de Tetelcingo -algunas de ellas punibles- se detecten delitos intencionados de suma gravedad abre la puerta a cualquier escenario, ninguno benéfico para el actual gobierno.
Suena simplemente a descontrol y anarquía hasta en los gestos mínimos de autoridad.