Sin embargo, la realidad termina por superarlo. El recuento de las muertes violentas que ocurren cada día en la entidad tienen como base los reportes oficiales y señalan que Morelos es un estado peligroso para los ciudadanos, sin importar sexo, estrato económico u ocupación.
De nada sirve que proclame a los cuatro vientos que ha habido cierta reducción en algunos tipos de delitos si la violencia homicida no cesa.
Y eso, a pesar de los presupuestos
millonarios que dice haber destinado al tema.
El índice de muertes violentas no deja de subir, pero quizá no lo perciba porque está ocupado en sus viajes a otras entidades para apoyar a los candidatos perredistas a gobernador.
O rodeado de sus numerosos guardaespaldas, al igual que su familia.
Indudablemente, Morelos requiere que sus instituciones reciban una fuerte sacudida.