Más guaruras, mejores sueldos para los guaruras, más armas y autos, de preferencia blindados.
Tengan o no tengan razón, los funcionarios públicos que gustan de alardear, ahora tienen el pretexto ideal para lucir el poder mediante la exhibición de (más) guardaespaldas.
Mientras, la mayoría de esos alcaldes que hoy tiemblan no han realizado las tareas necesarias para resolver los problemas de gasto de su municipio y el gasto corriente no deja nada para obras. O peor en aquellos sitios donde el pago de intereses de la deuda se lleva todo lo que dejan los altos ingresos de presidentes, regidores y síndicos.
Y ahora harán que la ciudadanía sacrifique aún más servicios públicos para que ellos puedan tener más seguridad, ya que por lo menos su conciencia no los deja tranquilos.
Nada nos debería sorprender. Sin embargo, no dejo de descubrir las sorpresas que cada día nos deparan quienes ejercen cargos públicos.
Pingo -el perro que en la casa de ustedes se siente el amo y que es muy aficionado a estudiar a los políticos- hizo su clásica intervención (o sea, metió su cuchara) y señaló que nada le sorprende de seres –se refiere a los políticos- que carecen de sentimientos y de cualquier asomo de solidaridad, excepto con los que son como ellos.