Cuando mi colega explicó lo que hacía, uno de los interesados le dijo al otro: ”sobórnalo”. Así, sin ningún disimulo, mostrando lo que los periodistas somos –justificadamente o no- para ellos.
Afortunadamente la práctica del periodismo no se circunscribe a cumplir con el estereotipo y las cosas que tienen que salir tarde o temprano acaban por ver la luz.
Pero me llama la atención el desencanto ciudadano hacia muchas de las actividades que son parte importante del desarrollo de la sociedad morelense.
No sólo los políticos son poco estimados. También los policías, los jueces y los periodistas, a pesar de la necesaria que es nuestra labor y del riesgo que lleva implícito un trabajo que nos deja siempre como al cohetero.
Pero no por eso cejamos en nuestro empeño de hacer las cosas lo mejor posible y un poco más aún.
El proceso para lograrlo es cada vez más complicado, por la multiplicidad de plataformas consultadas por el receptor habitual. Pero la esencia del trabajo es la misma: recopilar información y analizarla para traducirla al lenguaje más entendible posible y luego de allí difundirla.
El principal reto es acabar con el estereotipo, algo al que muchos de mis colegas no ayudan mucho, pero la lucha se hace.