Mi colega Javier Jaramillo pide paciencia, pero ante las evidencias aportadas puede uno opinar que el señor considera que ser cargo electo garantiza la credibilidad por encima de todas las cosas y, sobre todo, garantiza la paz y la tranquilidad.
Y en eso parece no equivocarse, porque si se tratara de un ciudadano común y corriente como usted y como yo, no habría miramientos y las posibilidades para salir tan campante y con tanta rapidez a la calle serían menores.
La agresión que protagonizó en lo que para él fue una simple riña ha dado pie para que grupos de toda índole se movilicen para condenar lo mismo la violencia contra las mujeres que el exceso de impunidad que da el fuero.
Sí el citado cargo de elección se considera inocente, bien podría pedir separarse temporalmente del cargo para enfrentar a la justicia y luego regresar, sobre todo ahora que entró en vigor la modificación a la ley orgánica que le permite instalarse de nuevo en el cargo cuando una vez que venza el plazo que puede darse para limpiar su imagen.
Esa sería una lección de civismo y valor pero que, precisamente, requiere de verdadera convicción para adoptarse.
Así –simplemente- nos callaría la boca a todos sus críticos.