El problema es que eso ha minado la confianza de los ciudadanos, que en lugar de alegrarse al ver que por fin determinados delitos son castigados, se da cuenta de que todo es un intento por desprestigiar al rival, sin intención de llegar al final de las cosas.
A los ciudadanos nos interesa que funcione la justicia, que no haya impunidad y que los criminales con fuero dejen de burlarse de nosotros. Pero a las autoridades sólo les interesa exhibir a los rivales, aunque con esa acción al final les den más impunidad (todavía más) cuando han cometido delitos que –por encauzarlos inadecuadamente- al rato no podrán llevarlos a la cárcel.
A nivel federal el espectáculo ha sido vergonzoso. Puras metidas de pata que al final termina por pagar la sociedad.
Por lo menos debería servir de lección para que a nivel local no se caiga otra vez en la tentación de hacer las mismas cosas, porque aparte de que engrandecen al rival los desperfectos los pagamos todos, como lo señalan los casos extremos en los que ha intervenido el delegado de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes.
Hay mejores formas de hacer política. Y las legales incluyen no usar los recursos que le fueron confiados.
Por supuesto, todo lo anterior ha sido dicho a manera de desahogo, porque no hay quien escuche. Es un prédica en el desierto.