Estoy de acuerdo con casi todo lo que dijo, incluidos los calificativos que le dio a todos y cada uno de los que se acordó en su discurso, pero no en lo de dejar de votar.
Creo que ese es la acción más peligrosa para el país en los terribles momentos que vivimos, con una clase política desprestigiada y deslegitimada que sin embargo se siente dueña de vidas y haciendas.
No ir a votar les dará aún más aval político a los que manejan las instituciones a su antojo, porque con unos cuantos votos movilizados a través del reparto de subsidios bastaría para guardar las apariencias de “democracia”, como ya comienza a ocurrir.
En cambio, cuando hay una afluencia masiva a las urnas, los planes de control y los mecanismos de fraudes dejan de operar y entonces ganan los que tienen que ganar.
Dejar de ir a las mesas electorales en julio es dejar en manos aún más irresponsables nuestras instituciones. Los políticos hoy gobiernan con el voto de una minoría de la población y con eso se dan el lujo de hacer pedazos el patrimonio social.
Si menos votan, menos comprometidos se sentirán a cumplir con alguna de sus muchas promesas de campaña, menos aún con principios y reglas.
El autor de ese llamado a no votar nació en Colombia, pero es mexicano hasta las cachas, pues ya se nacionalizó, por lo que no hay ningún motivo para hacer escándalo por lo que dijo. Está en su derecho. Y hay que trabajar para que se respete. Sólo se puede discrepar, como lo he hecho en esta ocasión. Repito: no votar es abrir el camino a más impunidad.
Si ahora estamos en los niveles que conocemos, imagine lo que puede pasar.
Y la anarquía, pienso, no es el camino. No para México.