Mientras tanto todo será gritos y sombrerazos para tratar de influir a favor o en contra de determinado aspirante.
Algunos se quemaron solos, o mejor dicho, derrocharon su capital político en infiernitos, mientras que otros no tuvieron nunca ni capital ni nada de político.
Hasta acá todo iba bien en este espacio, pero justo ahora el Pingo –el perro que en la casa de ustedes se siente el amo- decidió hacer su famosa intervención diaria –o sea, metió su cuchara- para decir que lo malo de la forma en que se resuelvan las cosas en ese partido es que los premios de consolación no los pagará el PRI, sino los mensos (él usó ese término con el significado de ciudadanos. Aunque no es lo mismo, empiezo a pensar que pudiera serlo) de siempre.
El presupuesto servirá para mantener a los que serán diputados federales o locales o regidores, por el único mérito de haber levantado la mano e irse de la rifa sin premio mayor.
No debería ser eso posible, pero lo es. Por supuesto, lo mismo hacen el PRD y el PAN, que nos han recetado los últimos dos años a nulidades como Fidel Demédicis, Rabindranath Salazar o Rufo Villegas, por citar sólo algunos ejemplos.
Pingo, experto en analizar el alma de los políticos, llegó a una conclusión pasmosamente simple: no tienen alma.
Por eso, asegura, la camada de representantes en cargos de elección popular que se avecina será igual de dañina que la que se va.
Y todo porque los (ciudadanos) se dejan. O, mejor dicho, nos dejamos. Y ellos se creen que ganaron por sus propios méritos, como el caso (extremo) de Omar Guerra, por mencionar a alguien de los muchos que viven fuera de la realidad y que ven a los ciudadanos con la misma categoría que señala Pingo