Nunca, nadie, ni en Michoacán su tierra natal, ningún gobierno o gobernante le dedicaron tanto espacio y reconocimiento como Lauro Ortega Martínez, que gobernó Morelos de 1982 a 1988 y sigue con el récord de mejor gobernador de Morelos en la historia. Es el reto a vencer de todos los que le sucedieron y los que vengan.
Es un hecho que en Morelos perdió Carlos Salinas de Gortari la elección presidencial y por primera vez dos de las cuatro diputaciones federales en juego las ganó el Frente Democrático Nacional que encabezaba su candidato Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, en el que se supone un verdadero y primer robo de una elección a la primera magistratura del país, operada por Manuel Bartlett y “la caída del sistema”. Hoy, Bartlett va a ser senador por el partido de Cuauhtémoc, en el que pocas opiniones, por cierto, tiene. Cosas de la política que no se entienden. Pragmatismo puro.
Pero hablamos de por qué Morelos es hoy lopezobradorista más que perredista o priista, o panista. Más bien, creemos que es cardenista por trabajo de Lauro Ortega, ya no sabemos si sabiendo lo que venía –era un político extremadamente sensible—o porque aquella semilla la dejaría sembrada para complicarle las cosas a un sistema del que formaba parte pero al que parecía extraño, porque era diferente a los demás. Nunca agachó la cerviz ante un presidente, al contrario, con respeto le exigía ayuda, “grillaba” en esferas de movimientos opositores y lograba beneficios a Morelos. Muy listo don Lauro, pero con una tendencia única a ayudar a los demás, no a sus funcionarios a los que daba trato de subordinados, pero allá aquel que se atreviera a desafiar una instrucción, porque no solo mandaba exhibirlo sino amenazaba con meterlo a la cárcel, aunque nunca lo llevó a cabo.
Proclamado cardenista en cada rincón del Estado, don Lauro hizo un gobierno de atención a la sociedad, no sabemos si cabe en los términos de los conocedores como socialista, pero lo fue ni más ni menos. Mostró que no se requería de muchas complicaciones técnicas para hacer lo que el gobernante debía y desafiaba las normas internas fiscalizadoras que no eran y son más que entes corruptos que se enriquecen en el combate a lo mal hecho. Así, no sólo colocó el nombre de Lázaro Cárdenas al autobús oficial, que sería lo de menos, sino echó a andar programas que hoy sostienen todavía a cientos de familias. Sus sucesores acabaron con algunos de ellos, con los otros no podían porque estaban cimentados.
Recibió la administración con los tres poderes del Estado en la sede del Ejecutivo. Ahí, apretujados, se encontraban tanto el Tribunal Superior de Justicia como la Cámara de Diputados. Ordenó la construcción de sus propias sedes, dándoles dignidad y separándolos aunque sea físicamente del Ejecutivo. Además creó el Instituto de Crédito para los Trabajadores y aquel exitoso Casa Propia para los Morelenses –Capromor-. Cuando el aeropuerto de Tetlama, el gobierno federal decía que no era viable. El lo hizo y como deferencia, el candidato del PRI a la presidencia, Carlos Salinas de Gortari descendió en un avión 727 con los operadores y pilotos comunicándose con walkie—talkies- Y se hizo internacional cuando menos en ese momento de nombre, hoy ya con vuelos comerciales en territorio nacional.
Los programas fueron de ayuda, no solo de éxito al político, sino de ayuda a la población:
1. El programa del Bolillo Popular.
2. El de los estanques piscícolas, vigente.
3. El de las flores, vigente.
4. El de los viveros, vigente.
5. El de la maquila de ropa en cada punto de pobreza del Estado y algunos se mantienen todavía vigentes.
Para ello hizo la secretaría del Abasto y direcciones hoy perdidas eran una especie de secretarías, como la de flores, de estanques de tilapia y langostino, la maquila de ropa, y el aeropuerto en Temixco, para que directamente se enviaran a diversas partes del mundo. Un hombre con visión, que dejó huella en unos cuantos de sus colaboradores que le toleraban incluso su fuerte carácter, anteponiendo la gracia de estar cerca de un hombre de Estado auténtico, con ideas firmes sobre como gobernar.
Para dibujar a Lauro Ortega basta una de tantísimas cosas que hoy se convierte en anécdota:
Siempre creyó que para que Morelos se desarrollara integralmente, había que hacer accesible el oriente hacia el centro y viceversa. Así que pensó en terminar con esa carretera famosa por tanta muerte causada, la del Cañón de Lobos. Se lo comentó al presidente Miguel de la Madrid, que envió al acicalado secretario de Obras y Desarrollo Urbano, el arquitecto Guillermo Carrillo Arena. Y junto a los estudios de aquella Sahop, don Lauro buscaba el dinero, encontrándolo con el subsecretario de Programación, un joven e influyente Manuel Camacho Solís, que dependía del titular Carlos Salinas de Gortari. Traía a Camacho a cada rato y lo colmaba de atenciones y los que saben, afirman, que Camacho se quedaba hasta ya tarde para abrevar de los conocimientos y experiencias vividas de Ortega.
Los estudios de Sahop y Carrillo Arena eran sofisticados y muy costosos, pero había el dinero. Se tenía que hacer pero dándole en la torre al Cerro de las Tetillas, para atravesar un túnel. A don Lauro no le gustó, se lo dijo en el Salón Morelos al secretario Carrillo. Este en tono soberbio le dijo que no había de otra manera, que cancelarían el proyecto. Salió el Ortega que conocían sólo algunos. “Es usted un farsante arquitectito, sabe bien que hay otras formas, pero se quiere robar el dinero, ¡Salga de aquí!” y ordenó al jefe de seguridad pública lo llevara en caravana “a los límites con el DF, no quiero que luego me vaya a acusar que le hicieron algo. Es usted un nefasto. ¡Largo de Morelos!”, ante el asombro de los asistentes. Incluso el delegado de la Sahop se quedó en el salón. “¿Y usted qué? ¿No va a seguir a su jefecito?”. La respuesta fue clara pero nerviosa: “No, señor gobernador, creo en su proyecto”.
¿Y cuál era éste? Un tanto raro. Llamó al arquitecto Ricardo Zúñiga, director de Obras Públicas y al ingeniero Luis Murillo, camionero por excelencia. Hasta a ellos sorprendió. Los llevó a la entrada del Cañón de Lobos, en La Joya. Y les dijo que si el agua corría hacia abajo y salía hasta pasada la carretera hasta abajo, que cada uno metiera máquinas por arriba y abajo hasta que en algún punto “se tengan que encontrar”. Y remataba Ortega: “No lo veo como ingeniero o topógrafo, eso les toca a ustedes, es con sentido común, si el agua sale allá abajo, ¿por qué no hacer el carril por la barranca”. Y hoy, impecable, está el Cañón de Lobos, que evitó muertes y acercó a los pueblos de Morelos del oriente con el centro.
Don Lauro habló con el presidente Miguel de la Madrid, le dijo que no necesitaba de Sahop, que le diera el dinero y su gobierno lo administraba y no solo para el Cañón de Lobos, “sino que haré, mi presidente, una carretera de cuatro carriles de Cuernavaca hasta Cuautla”. Le dieron el dinero y como todos lo saben, lo hizo.
Es pues que el gobierno de Lauro Ortega fue socialista, entendida rústicamente por algunos que lo vivimos, ya hablamos de las urnas transparentes, ya les comentamos las formas primero dúctiles para pedir a un general apellidado poblano de dejar de cubrir actividades del narcotráfico –abastecimiento de aeronaves que venían de América del Sur en la región de Temoac, en Huazulco y Amilcingo—y de aquella ocasión que sería candidato a senador de tres años en 1997 y Jorge Carrillo hizo a su hija Ana Laura, la candidata en Cuernavaca. Sin embargo, perdió el PRI porque la bandera cardenista la puso en alto los seis años Ortega, sin saber la celada que le tenderían los tecnócratas que creían ser políticos.
Ahora se entiende la decisión ciudadano del domingo primero: Lázaro Cárdenas--Cuauhtémoc Cárdenas—Frente Democrático Nacional—Partido de la Revolución Democrática—Andrés Manuel López Obrador y justifica los triunfos de 1988,l de 1997 y del 2012. Cíclico o no, don Lauro es parte del origen de este sentimiento que su partido, el Revolucionario Institucional jamás entendió. Bueno, a grado tal que no conocen el día de su fallecimiento ni realizan acto alguno para recordarlo.
Fue un gobernadorzote. El mejor en la historia. Cómo nos gustaría que alguien lo superara…