Así, pausado, desde el palco en la Arena Isabel, el vicepresidente de la H. Comisión de Box y Lucha Libre de Cuernavaca, Apolinar Hernández Bravo, entre risitas cotorras, encabezaba los eventos boxísticos que durante 57 semanas consecutivas (un récord para la época), cada viernes, reunía a los amigos aficionados a este rudo deporte. Su cargo era honorífico igual que el del presidente del organismo, Víctor Manuel Cinta Flores que, a propósito, hizo una tarea nunca igualada generando alianzas, lo mismo con la Comisión respectiva del DF que presidía el arquitecto Enrique Meyrán que la Federación Mexicana de Boxeo Aficionado de Juan Francisco García. Los nombró el presidente municipal, Juan Salgado Brito.
En esa etapa nadie imaginaba el valor de las licencias de boxeador a Gregorio Vargas Jr, quien fue campeón mundial pluma y a Ricardo “Finito” López, aquí debutó y ha sido el único mexicano campeón mundial paja y minimosca, retirado invicto, con todas victorias y un solo empate en la historia. Aquí, en una oficina de la Unión de Comerciantes del ALM, el doctor Filiberto Suástegui –que era dirigente de los locatarios a la vez y jefe de los Servicios Médicos de la Comisión a herencia del célebre médico Saturnino Caballero Díaz--, le hizo los exámenes de rigor a Lupe Pintor, campeón mundial supergallo, para su pelea en Tailandia donde perdió el título y se retiró. Esa salida la firmó Apolinar en ausencia de Víctor Cinta que andaba por tierras sudamericanas, allá por Las Pampas.
Apolinar, abogado de profesión, era director de gobierno en la Secretaría de Gobernación que encabezaba Luis Arturo Cornejo, en los días que bien gobernaba Lauro Ortega. Basquetbolista de pasión, seleccionado estatal a pesar de sus apenas rebasados 1.40 de estatura. Parecía incongruente, pero acudió a nacionales del ramo, no sabemos si lo alineaban pero siempre andaba por ahí. Nunca supimos de qué jugaba, pero lo vimos en El Revu. Sí jugaba, en serio. Simpático en extremo, El Poli es recordado por ser de los estudiantes de la Escuela de Derecho ---ubicada en Las Catarinas, frente a la secundaria federal—junto con Pepe Castillo Pombo –q.e.p.d—y Nato Rodríguez, pararon a la Flecha Roja del temido Jesús Escudero. Aparecía en esas lides su origen gladiador, su parentesco –son primos hermanos-- con el gran policía Pancho Bravo “La Guitarra”, dos veces jefe judicial en Morelos, en Guerrero, en Tamaulipas, uno de los más épicos del género en la historia del país. Otro personaje histórico de Cuernavaca, Alberto Perches Hernández, el mejor en la historia de un oficio muy señalado y casi extinto como es el proxenetismo, gran amigo, hombre noble y guerrero, describía a Polito, apodado también “El Zanca” a pesar de ser calentano puro, del mero Arcelia, Guerrero.
--“Me sacó de La Huerta un grupo de judiciales, eran como siete, seguramente me iban a matar porque con dos o tres de ellos tuve peleas y eran los días del loco Luis Villaseñor Quiroga, cuando Bejarano, tiempos de asesinos con placa. Me sacaban ante decenas de muchachas, meseros y clientes, a los que amagaban, cuando en el estacionamiento, a punto de subirme a un carro, apareció Apolinar, vestido de traje blanco, con una metralleta en las manos, les gritó, les pidió que me dejaran, que lo probaran, que los iba a matar, y me sacó de ahí. Era secretario de un hijo del ex presidente Luis Echeverría, y se bragaba en serio. Les decía: ustedes nada más pruébenme, cochos, nada más pruébenme y van a sentir la verdolaga con El Poli, órale cochos”.
Apolinar iba con sus copas encima. A la vista parecía un pequeño caballero, siempre impecable, con el pañuelo combinando con la camisa, sus botas súper lustradas, jugador empedernido de ajedrez, primero en Galeana, en El Portal, luego pionero de las mesitas junto a Los Arcos. ¿Cómo imaginarlo? Solo, rescatando a un amigo que seguramente era llevado al sacrificio por un grave pecado, el de ser el padrote más cotizado del país en ese momento. Era Apolinar un muy buen jugador de ajedrez, pero desde niño y por razones de origen y familia, conocía del manejo de armas: era de Los Bravo de la Tierra Caliente, y como su vida iba de broma en broma decía que “muchos no se confunden y me dicen cocho arceliano, tienen razón, aunque otros son de más abajito, es decir son c…”.
Apolinar Hernández Bravo murió hace unos días. Ya nos comentaban sus últimos compañeros, los que veían por él, el maestro peluquero Tele Arroyo y Mariano Ojeda –cuya pozolería “Mariana” atendida por La Jefa María Luisa Tinajero, mujer del Negro Ojeda, es de alta calidad-- el buen amigo de siempre, instalados comercialmente en Civac, nos lo confirmaron. Sí, la llamada del otro Negro, Cinta, el domingo por la noche, era ratificada por lo que el abogado Uriel Carmona dijo a Víctor: había pasado por las mesas de ajedrez a un costado de Los Arcos, y Juanito, otro amigo y jugador de esta ciencia, le anunció la ida de Poli.
Hay anécdotas que no podemos compartir por este medio, y marcaron a Apolinar Hernández Bravo, el autor de una serie de versos que él bautizaba como “Romances Guerrerenses”, de alto tono, para desternillarse de risa. Un tipo con una simpatía sin par. Lo dijo otro gran amigo: “Ya trascendió, vamos a dejarlo así”.
2 comentarios
Hey
HACE ALGUNOS AÑOS ESCRIBISTE DE MI PAPA EN EL DIARIO DE MORELOS,Y… Compartelo!
Hey
gracias por tu comentario sobre mi padre tengo algunas fotos donde sales… Compartelo!