Gente como los secretarios de Trabajo y Productividad o Desarrollo Humano y Social se llevarán impunemente hasta su parte proporcional de aguinaldo (una cifra muy cuantiosa, sobre todo si lo comparamos con lo que usted, amable lector, recibe por ese concepto, si es que recibe) y su balance de resultados queda allí como evidencia de lo que no debe ser.
En un país más civilizado esos funcionarios y varios más habrían sido acusados, por lo menos, de fraude o algo equivalente. Cobraron sin desquitar el sueldo.
Por lo menos si acudían a sus oficinas y de aviadores no se les puede acusar. Pero si de ineficientes. Y esa ineficiencia les ha costado a los morelenses.
Lo irónico es que uno de ellos desempeñe un cargo ligado a la productividad y no pueda dar cuenta de esa materia.
Pero como no hay mal que dure cien años, pronto se irán con más pena que gloria, a disfrutar de los privilegios que les dio el poder. Una prueba de que todo se acaba.