Creo que todo lo demás que podía pasar ya ha pasado o está por hacerlo. Los reacomodos que se avecinan con motivo de la llegada de un partido que no ha gobernado nunca la entidad han sido superiores a lo provisto, por el afán de hacerse notar de los grupos y las personas que se sienten con derecho a exigir un poco de ese poder que se les escurre de las manos.
Las tradicionales fuentes de disturbios se habían ido apagando. En los últimos tiempos sólo el llamado Nuevo Grupo Sindical era el que más alboroto hacía con cualquier motivo. Pero hasta los tradicionalmente combativos profesores de la disidencia se habían apagado luego del enorme poder que acumularon y dejaron ir hace tres años.
Hasta los chavelistas -que parecen existir desde tiempo inmemorial para exigir dinero al gobierno- dejaron de hacer ruido, aunque no dudo que ya preparan su regreso a la escena pública, sabedores de que a ruido revuelto, ganancia de pescadores.
Esa y no otra es la explicación de lo que ocurre.
Las noticias adversas para la mayor parte de la ciudadanía –como la reforma laboral que busca efectuar la alianza del PRI y el PAN- no explican tanta protesta.
Adicionalmente a aquellos que tienen causas justas que defender, el brote casi diarreico de protestas en las calles es un intento –reitero- casi desesperado por reposicionarse y contar cuando sean otros los que manden.
Todos temen quedar fuera de la repartición. Todos quieren que les toque algo.
Lástima que haya tan poco qué repartir.