Hoy, en la revisión añeja, subrayamos lo que siempre hemos anotado en este espacio: el más inescrupuloso gobernador de Morelos en toda su historia, el más bandido, con el que llegó para quedarse el narcotráfico, sin el mínimo de la idea política fue Bejarano. Un rapaz en todo el orden. Bien. ¿Por qué Nereo le hace fiestas? ¿Quién lo mandó? Si el buen Nereo ya se va, para qué incomodar los días que le quedan. Ahora caemos: Nereo fue presidente municipal de Temixco por primera ocasión cuando Bejarano era gobernador. Por ahí puede venir el asunto.
Qué tristeza por Nereo, no tenía necesidad de ello. Si estima al galeno nativo y avecindado desde siempre en el Distrito Federal con casa de descanso, residencia lujosa que hoy es Casa de Gobierno en Reforma, aquí, que auto compró e hizo negocio, que el presidente de Temixco le haga una pachanga en su casa, lo lleve al cine o se vaya a tomar un café con él. No exhibirse públicamente. Si Nereo es bien agradecido, muy bien, pero que no involucre ni ensucie la investidura del jefe del gobierno en Temixco. No tenía necesidad. Fue, el de Bejarano, un gobierno de los secuestros y asaltos bancarios, del narcotráfico, oficializados. Se probó cuando cayó al penal Luis Villaseñor Quiroga, en dos ocasiones jefe de la policía judicial enviado por el entonces secretario de Gobernación, Enrique Olivares Santana, cuya jefa de ayudantes era Patricia Panini –esposa de Villaseñor—que conducía algún programa en el Imevisión estatal de esos años hoy TV Azteca.
Se probó con la persecución a Roberto Villaseñor Quiroga, jefe del grupo de asaltos a bancos, que los cometía con sus agentes. Los fotografiamos en dos ocasiones, una con Lorenzo Vargas y otra con Lucio Lara, perpetrando los atracos en Civac y en Banamex de Matamoros y Arteaga, en pleno centro. Se probó que estaban coludidos con el narco cuando bajo las órdenes del delegado de la Dirección Federal de Seguridad, Rafael Aguilar Guajardo, controlaban la llegada y el abastecimiento de combustible a aviones que venían de América del Sur llenos de cocaína y lo hacían en llanos habilitados en la región oriente, sobre todo en Temoac, por cierto el último municipio constitucional, hecho en el gobierno del mismo Bejarano. Los custodios de Aguilar Guajardo, eran los comandantes de Cuautla, Alberto Patiño alias “El Pegaso” y el primer comandante Álvaro Fernández, que años después fue acribillado en la colonia Roma de la Ciudad de México. Todos saben que, oficialmente, el primer jefe del Cártel de Juárez fue Rafael Aguilar Guajardo, asesinado en 1993 en Cancún por personal de quien era su subalterno, Amado Carrillo Fuentes, el famoso “Señor de los cielos”.
La marca de su administración es que los funcionarios de mayor nivel tenían que venir con él, ser auténticos desconocidos, “porque en Morelos no hay gente con calidad”, llegó a decir Bejarano. Así, bandidos con careta oficial se apostaron en las oficinas del gobierno como Mario Sánchez Ruiz en Programación y Presupuesto, que acá se quedó igual que el que mandó asesinar a Fernando Sánchez Farfán, el director de Obras Públicas, Fernando Jiménez Cano. El procurador Armando Sánchez Rosales, que se hizo notario público y Lauro Ortega le revocó esa concesión o lo que sea, propiedad de los gobernadores en turno, desde siempre. O el tesorero Germán Zavala Baz, otro pillo reconocido. Tuvo el descaro de tener los seis años a su hijo el ingeniero Armando Bejarano Almada, “el orgullo de mi nepotismo”, emulando al presidente José López Portillo. Puro sinvergüenza. A este Lauro Ortega lo mantuvo en el cargo, y cuando criticábamos al colmilludo gobernador, únicamente dijo: “¿y quién cree usted que va a regresar aunque sea parte de lo que se robaron? Están ahí en calidad de detenidos”, y se reía. No sabemos cuánto y cómo regresaron parte “de la copa”, pero si hubo parte de ella.
La cosa es que Nereo Bandera hace público su reconocimiento a un gobernador que encabezó una administración que desplazó a los morelenses seis años, que asesinaba, secuestraba, que trabajaba para el narcotráfico internacional, a un sujeto que llenó la nota roja con hechos probados, que huyó a Costa Rica, un auténtico abuso de Luis Echeverría Álvarez, el presidente que lo impuso y de José López Portillo, que lo toleró, pero los verdaderos responsables fueron los del grupo Atlacomulco, que lo enviaron para imponerlo a partir de Carlos Hank González, regente del DF y Jorge Jiménez Cantú, gobernador del Estado de México. Es curioso que buena parte del centro del país era manejada desde el poder por miembros de un mismo grupo.
Para información del buen Nereo Bandera, Armando León Bejarano es un personaje al que se le puede colgar para salir en la foto. El inconveniente es que siempre será en la nota roja. Fue un gobernador delincuente. Y Nereo lo sabe…