Pero hubo más, muchos mas. El ex alcalde de Puente de Ixtla, por ejemplo, que delegó el poder que le dieron las urnas en su esposa, a la que nadie eligió.
La señora disponía del presupuesto, para contrataciones y adquisiciones en las que derrochó el reconocimiento profesional que hasta entonces gozaba. El problema no es ese, sino que sus excesos y los de su marido los paga ahora la población.
Actualmente –ya lo he dicho- el alcalde de mi tierra también delega la autoridad que le fue otorgada en julio del año pasado y considera que el poder democrático se puede compartir con su hijo.
De que se puede, se puede –por eso lo hace- pero así echa por la borda, pisotea y se burla de la confianza ciudadana.
Aún no llevamos un año en el ejercicio de poder de los actuales alcaldes, pero la mayoría ya demostró que son igualitos a sus antecesores, quienes nos dañaron porque nadie los frenó a tiempo.
Creo que estamos a tiempo de no repetir el mismo error. Aunque las armas que nos da la ley son tan rudimentarias, creo que es necesario hacerlas relucir, empezando por la ley de transparencia.
De alguna manera se les tiene que hacer costoso robar.
Se aceptan sugerencias.