El entusiasmo de los candidatos no tiene nada que ver con su capacidad creativa. Ahora usan canciones simplonas, algunas de las cuales, en su versión original, no son nada recomendables para una campaña, pero aún así las usan.
Hoy las descalificaciones están a la orden del día, porque los partidos políticos apuestan a que perderá el que sea más denigrado.
Eso significa que se empeñarán en lanzar lodo o cosas peores al adversario. Para colmo, tratan de capitalizar las desbandadas y cambios de camiseta, sin darse cuenta de que los que huyen de una formación no son precisamente los mejores, sino los que no alcanzaron hueso.
Esa situación busca abonar el terreno para que se salgan con la suya gente como Javier Sicilia y otros que llaman a no votar el 7 de junio. Ellos dicen que votar no soluciona las cosas, pero no dicen que no votar permite que las cosas sigan como están e incluso se recrudezcan, porque independientemente del abstencionismo, habría ganadores que gobernarían o legislarían sin tener legitimidad y, por lo mismo, desvinculados de cualquier compromiso con los electores, menos aún que en el presente.
Creo que para contestarles deberíamos ir en bola a votar, para dejar claro el hartazgo, así como en Morelos se le hizo saber al PRI en 2012, cuando anticipadamente celebraron una victoria apabullante que nunca llegó.