Y en su memoria ha habido otro derrumbe, el enésimo, que deja intransitable ese lugar y debería llenar de vergüenza a quienes ejecutaron la obra, pero no, no les produce nada más que intereses en las cuentas bancarias.
Mientras, el viejísimo trazado que cruza por Alpanocan, Puebla (donde tantos conflictos interestatales ha habido) sigue como opción, como única opción, a pesar de todo el dinero que se han gastado.
Y ni sanciones, ni siquiera un leve viento toca a ese señor.
Quizá porque dejó vigente el negocio de la carretera La Espada, donde hay que seguir gastando para reparar lo que nunca ha estado bien.