En Guerrero se han registrado 919 homicidios dolosos en lo que va del 2019, en su mayoría ejecuciones. La última ocurrió el fin de semana, cuando un solitario sujeto entró a un bar ubicado en plena costera y accionó su arma contra los ocupantes de una mesa. Cuatro murieron en el lugar y uno más en el hospital.
Ya eran casi las 9 de la noche cuando el presbítero decidió retirarse a descansar. Le hablaron a “El Terry”, un taxista que siempre ha radicado en la colonia Cuauhtémoc, a menos de un kilómetro de distancia, de la Línea “Ejecutivo”.
No tardó ni cinco minutos en llegar. Se detuvo en la acera de enfrente y se cruzó la calle para cargar las maletas del sacerdote y ponerlas en la cajuela.
El religioso se iba subiendo al vehículo; de pronto escuchó varios disparos. Su instinto de supervivencia hizo que buscara protegerse cuando sintió un dolor en el hombro. Sólo alcanzó a ver una motocicleta con dos individuos a bordo que se perdía en la oscuridad.
Sería injusto aseverar que el hoy occiso “andaba en malos pasos”, lo que sí podemos asegurar es que los atacantes iban directamente a matar al taxista, descartando la posibilidad de un asalto o cualquier otra circunstancia.
No hay que olvidar que hace apenas unos meses, una cuadra más arriba también fueron ejecutados tres trabajadores de una empresa de gas que (extrañamente) ingerían cervezas a bordo de la camioneta cargada con cilindros. Los atacantes tampoco les pidieron el dinero de la venta, sin mediar palabra comenzaron a disparar.
Otro caso: El pasado 17 de junio a plena luz del día, los vecinos y comerciantes de la populosa colonia Otilio Montaño de Jiutepec escucharon una ráfaga de disparos seguido del ruido típico cuando choca un vehículo contra una barda.
Al asomarse vieron la escena digna de una película de gansters: era una camioneta Xtrail gris impactada contra una barda. Dentro estaba un joven ensangrentado, evidentemente sin vida, en tanto que otro sujeto literalmente colgaba con la mitad de su cuerpo dentro de la camioneta y sus brazos pendiendo sobre la portezuela.
Un tercer muchacho quedó herido y fue trasladado al hospital.
Mientras los peritos de la Fiscalía hacían su trabajo, los vecinos se referían a los occisos por su apodo, y comentaban que se dedicaban a vender droga.
Finalmente, ayer trascendió que el cuerpo encontrado el pasado martes en un camino de terracería del ejido de Acapantzingo, con huellas de tortura y un tiro en la cabeza, se llamaba César, conocido en el bajo mundo como “El Krash”o “El Tlacua”, supuesto jefe de plaza de una organización delictiva cuyo nombre no vamos a mencionar porque sería darles publicidad.
César ''N'' trabajó presuntamente como jefe de escoltas de Eznel ''N'', ''El Teniente'', integrante del cártel de Edgar Valdez Villarreal, ''La Barbie'', quien actualmente busca el control de la venta de drogas en Morelos. En 2012, César "N" fue detenido durante un cateo Atlacomulco, Estado de México. Además, tenía antecedentes penales por portación de arma y droga en 2010 en Guerrero.
A este sujeto se le adjudica el asesinato de un joven, cuyo cuerpo fue cortado en pedazos, metido en varias bolsas de plástico, las cuales fueron depositadas en diversos puntos de Cuernavaca, pero antes lo hicieron grabar un video que subieron a Youtube en el que hacía diversos señalamientos a personas conocidas, pero en virtud de que claramente se notaba que estaba leyendo o se lo había aprendido de memoria, no tiene caso repetirlo.
En conclusión, la sociedad mira inerme cómo grupos de la delincuencia organizada se hacen pedazos entre ellos por la disputa del negocio de la venta de drogas, pero esto no ocurre solamente en Morelos. En Guanajuato, Michoacán, el norte del país, están peor.
La autoridad mientras tanto está superada en todos los aspectos; en dinero, en armas, en vehículos.
La detención o abatimiento de un jefe de plaza que tanto publicitan las corporaciones de seguridad pública no se refleja en la disminución de los índices delictivos, al contrario, a la falta del jefe los lugartenientes comienzan a competir entre ellos para ver quién se queda con el liderazgo, y esa competencia consiste en ver quién hace las acciones más espeluznantes para infringir miedo a los rivales.
Debe haber un cambio a altos niveles para terminar con esta guerra que, aunque sea “entre ellos”, afecta la imagen de las ciudades turísticas como Acapulco y Cuernavaca y en general a nuestro país. La despenalización de las drogas es una posible opción, pues automáticamente se reduciría el monto de los ingresos, aunque también prevalece el riesgo de que a falta de droga para vender los que hoy se dedican a este lucrativo negocio tengan que buscar cómo mantener su estatus y entonces comiencen a secuestrar, a extorsionar y a traficar personas ilegales.
La lucha debe ser con inteligencia y estrategias multidisciplinarias, porque a balazos nunca lo vamos a lograr.
HASTA MAÑANA.