Es cierto que “se están matando entre ellos”, pero no es consuelo para una sociedad que emitió su voto a favor de los partidos que hoy gobiernan con la esperanza de que las matanzas dejen de ser cosa de todos los días.
La gente no puede ir tranquila a sus trabajos, no puede dejar a sus hijos en la escuela y desarrollar sus actividades diarias cuando “los malos” se están matando a todas horas y en todos los lugares del territorio morelense.
La delincuencia organizada ha adquirido cada vez más poder, primero económico y de ahí, por añadidura, en todo lo demás. Con dinero pueden adquirir armas, vehículos, capacitación de sicarios ya sea voluntaria o a fuerzas, así como la compra de policías que les ayuden a sus actividades ilícitas.
Unos días antes de que fuera capturado Santiago Mazari alias “El Carrete”, se difundió en redes sociales un audio que contiene una conversación entre “El Señor de los Caballos” y un comandante de la Policía Estatal. Ahí, un tímido jefe policiaco se pone a sus órdenes del capo, y se compromete a detener a las personas que él considere que le están haciendo competencia. “Lo que usted necesite, también no nos vamos a meter a hacer otras cosas”, dice.
“Yo lo que quiero es gente que le arremangue”, dice el hoy preso en Puente Grande, Jalisco. No solamente deseaba que los policías “se hagan de la vista gorda” cuando pasan sus camionetas, sino que estén totalmente a su servicio.
“Si te vas a poner la camiseta te la vas a poner bien machín”, dice El Carrete.
“A lo que ordene mi jefe. Nadamás nos dice a quién hay que poner para detenerlo y mandarlo bien clavadito”, le ofrece el comandante.
El Carrete se queja de que ya hay muchos grupos que dicen ser los que tienen el control de la plaza, gente que viene de Jalisco, de Michoacán, de Puebla, pero que el único que tiene el poder (o tenía en ese momento) es su grupo. Finalmente, le pide reclutar policías de esa corporación o de cualquier otra, y le encarga contactar a “El Yanqui”, como se le llama al jefe de la Policía Federal destacamentado en cada entidad.
Esa es la policía que tiene a su mando el comisionado Ortiz Guarneros, un señor con gran trayectoria en la Secretaría de Marina, muy honesto, pero también ingenuo. Todos estaremos de acuerdo en que para combatir a “la Maña” se requiere a alguien con mucha malicia, incluso que piense como delincuente para determinar estrategias efectivas, y no solamente dar excusas que no por ser ciertas sirven de consuelo.
La gente está muy molesta con la policía, tanto estatal como de la Guardia Nacional. Y no es para menos.
Lo que ocurrió en el lote de autos de la avenida Morelos, colonia Las Palmas, fue realmente indignante. Llegó la camioneta, se bajaron los sicarios y dispararon contra los cuatro jóvenes que ahí se encontraban, para después retirarse con toda tranquilidad.
Los policías ya saben: aun cuando les digan vía radio dónde se escucharon los disparos, ellos esperan unos minutos, no vaya a ser que se los encuentren de frente. A los 10 minutos llegan “quemando llanta”, y no solamente una patrulla, sino todas las que se encuentren próximas.
Desgraciadamente, tanto la Policía del Mando Único (hoy Mando Coordinado) como la Guardia Nacional, se están especializando en la preservación de los escenarios del crimen. Llegan cargando sus R-15 y cuidan celosamente el lugar donde ocurrió el homicidio. Ahora ya tomaron la costumbre de cerrar toda la calle y de ser posible la cuadra completa para que los peritos de la Fiscalía puedan llegar con sus vehículos hasta el lugar y nadie los moleste en su labor.
“Así hubieran llegado cuando estaban aquí los sicarios, ahorita ya para qué”, se escucha con frecuencia en los levantamientos de cadáveres.
El vicealmirante Ortíz Guarneros es demasiado franco en sus declaraciones, incapaz de decir una mentira. Si le preguntan cuántos elementos tiene a su mando y cuantas cámaras funcionan, en lugar de decir que tienen seis mil policías y 2 mil cámaras como lo declaraba su antecesor Alberto Capella, don José Antonio contesta que sólo le dejaron mil 600 elementos y que la mayoría de las cámaras no sirven.
Con ese tipo de mensajes la gente se desconsuela y la delincuencia se confía.
Y luego con su eterna justificación de que las víctimas formaban parte de los grupos que se disputan la plaza, y que la gente de bien puede estar tranquila (y que las mujeres se dediquen solamente a actividades “propias de una dama”) provoca en la sociedad un sentimiento de desilusión. Si se decía que la Marina era la solución para el combate a la delincuencia, ahora vemos que son muy buenos, pero para cuidar los mares, no las ciudades.
¿Qué falta por ocurrir en Morelos? Ya mataron gente en pleno zócalo, ya hubo menores de edad entre las víctimas, ya ejecutaron a muchos comerciantes y pequeños empresarios que se negaron a pagar el llamado “derecho de piso”.
Ya empezaron a rafaguear establecimientos de los llamados “giros rojos”, y ahí quizás haya gente que diga “pues qué bueno porque eran antros de la perdición”, pero no se ponen a pensar en las cientos de personas, tanto hombres como mujeres, que vivían de desempeñar trabajos como meseros, limpieza y seguridad.
Y decimos “vivían” porque seguramente después de los últimos ataques a los centros nocturnos de Jiutepec, se acabó la vida nocturna en esta entidad. ¿Quién va a arriesgar su vida por un striptease?
HASTA MAÑANA.