Al abogado y comandante Juan David Juárez López no lo conocía personalmente, pero sí a través de su hermano, el eficiente servidor público Rogelio, con quien trabajamos en la Secretaría de Seguridad Pública de Cuernavaca de 2003 a 2006.
Roger siempre hablaba de su hermano Juan David, “el orgullo de la familia”, pues había logrado con muchos esfuerzos titularse como licenciado en Derecho y escalaba rápidamente puestos en la Secretaría de Seguridad Pública del estado, a donde llegó a ser secretario particular del titular.
Su exitosa trayectoria nunca cambió su forma de ser, siempre sencillo y servicial, como tampoco modificó su estilo de vida. Al día de su muerte, ocupaba uno de los departamentos de la unidad habitacional Teopanzolco, en la colonia del mismo nombre.
Todo eso nos lleva a la conclusión de que a Juan David no lo mataron por tener nexos con alguno de los grupos de la delincuencia organizada que desde hace meses pelea palmo a palmo la plaza de Morelos.
Al contrario, su rectitud y honradez representaba un riesgo para la mafia que está a punto de apoderarse de nuestra entidad.
Así lo dejó entrever el presidente municipal de Cuernavaca, Antonio Villalobos Adán, en su emotivo discurso en el homenaje de cuerpo presente el pasado viernes, cuando recordó que ambos comenzaron desde abajo en el Ayuntamiento.
“Nunca tomes lo que no es tuyo ni nunca llegues a acuerdos con alguien”, dice Villalobos que le dijo Juárez López, a quien lo había designado en privado como secretario de Seguridad Pública, y planeaba hacerlo público en enero, junto con otros cambios que tiene contemplado hacer en el Ayuntamiento.
En ese mismo discurso frente al féretro de su amigo y confidente, Antonio Villalobos aprovechó para hacer un nuevo llamado a una reunión con el gobernador Cuauhtémoc Blanco Bravo para establecer de una vez por todas los ejes rectores de la seguridad pública en Cuernavaca.
Nos parece válido y congruente que el alcalde pida como condición que la reunión sea con la cabeza, porque de nada serviría una reunión con subalternos en la que la respuesta sea “déjame ver qué dice el gobernador”.
Las actuales condiciones de inseguridad (que se dan en todo el estado pero que en la capital adquieren un impacto mayor) exigen acciones contundentes e inmediatas.
Los cuernavacenses no podemos seguir siendo rehenes de la delincuencia y que las autoridades se sigan echando la culpa en lugar de aplicar acciones para combatir delitos como el robo de vehículo, robo a mano armada, robo a casa habitación y asaltos en unidades del transporte público que son los que afectan a la mayor parte de la población.
Ojalá que la muerte del comandante Juan David Juárez López sirva de justificación para que se dé una reunión a niveles extraordinarios que sea el comienzo de una relación, ya no política ni personal, sino exclusivamente para devolver a Cuernavaca la mediana tranquilidad que alguna vez tuvimos.
No pasa desapercibido que “los malosos se están matando entre ellos”, pero no es posible que con la mayor tranquilidad y desfachatez, comandos armados realicen hasta 3 ó 4 ejecuciones en un mismo día sin que sean detectados por la Policía.
Eso habla de algo que es innegable: las corporaciones policiacas están infiltradas por la delincuencia organizada.
Ya sea por miedo, por dinero, o un poco de ambas circunstancias, los policías tienen que hacer como que no ven cuando los vehículos con sicarios recorren la ciudad, y llegar varios minutos después de que han cometido sus fechorías para evitar un enfrentamiento.
Otro gravísimo problema es el cobro de piso. No puede ser que ahora para poner un negocio, cualquiera que éste sea, se debe contemplar –además del pago de los impuestos municipales, estatales y federales- una partida para “la maña” a fin de no ser molestados.
A eso se debe que algunos locales que abren “con bombo y platillo” y tienen éxito en el mercado que manejan, de pronto cierran sus cortinas y se van a otro lado. Por eso es que tenemos decenas de locales cerrados con el aviso de “se renta”.
Y si los gobiernos estatal y municipal no pueden darle seguridad a los comercios pequeños y a la gente que diariamente va a trabajar en el transporte público, no podemos pensar en que van a venir las grandes empresas transnacionales a instalarse aquí y a proporcionar las fuentes de trabajo que estamos esperando para salir de la difícil situación económica que afecta a la mayoría de la población.
Insistimos: ojalá que la muerte de un policía honesto sirva para hacer conciencia en los seres humanos que encabezan los gobiernos estatal y municipal, a fin de que se pongan de acuerdo y concreten acciones en beneficio de todos los que habitamos esta ciudad.
Desde nuestro particular punto de vista, y con la experiencia de 30 años en la actividad periodística y en el servicio público, el cobarde asesinato de Juan David Juárez López, nos lleva a varias conclusiones.
La primera es la confirmación de que para matarlo tuvieron que intervenir elementos de la misma corporación que sabían perfectamente su domicilio y sus movimientos cotidianos. Es decir, que la Policía está infiltrada.
La segunda es que a Juan David le quitaron la vida por su fama de incorruptible, previendo que cuando se formalizara su nombramiento no habría forma de negociar con él.
La tercera conclusión es que se trata de una represalia contra el alcalde Antonio Villalobos Adán, quizás proveniente de los grupos que se disputan el control de las instituciones al interior del Ayuntamiento de Cuernavaca. Sólo ellos sabían que había un acuerdo “en privado” para formalizar en enero el nombramiento de Juan David como secretario de Seguridad Pública, y casi nadie conocía el nivel de cercanía entre Toño y Juan David, revelado por el propio alcalde en su discurso del viernes.
Como quien dice: “el enemigo está en casa”.
HASTA MAÑANA.