En enero pasado doña Martha llegó a visitar a su hija Karina a la casa que rentaba junto con su concubino, Raúl, en la colonia Otilio Montaño de Jiutepec. Quería ver a sus nietos, los hijos de Karina y Raúl, pero también a Nachito y Lázaro, de 4 y 5 años de edad, cuya madre era otra de sus hijas, que lamentablemente cayó en las drogas y los dejó a cargo de su hermana y su cuñado. (Todos los nombres fueron cambiados).
¿Y dónde está Nachito? -preguntó la abuela-. Raúl y Karina intercambiaron miradas y guardaron silencio.
- Pues no habíamos querido decírselo pero, fíjese que se lo robaron -contestó por fin el hombre.
- ¿Cómo que se lo robaron? La otra vez que vine me dijiste que se lo había llevado tu mamá de vacaciones y ahora me sales con que se lo robaron. ¿Dónde está mi nieto?
- Sí suegra, deveras que nos lo quitaron de las manos. Íbamos a Yautepec y ahí en Cañón de Lobos que se nos cierra una camioneta y que se bajan unos tipos armados y que se llevan al niño.
La versión de su yerno no convenció para nada a doña Martha, sobre todo porque no presentaron denuncia por el supuesto robo del infante, así que ella acudió al Ministerio Público a denunciar la desaparición de su nieto.
Para su fortuna se acababa de tipificar el delito de “Desaparición de Persona”, pues de otra manera no se habría podido encauzar en ninguna de las conductas ilícitas que contempla el Código Penal.
Agentes de la Policía de Investigación Criminal se entrevistaron con los tíos pero no pudieron sacarles la verdad. Se notaba a leguas que estaban mintiendo, pero no podían hacer nada para que dijeran dónde estaba el niño.
El único testigo era Lázaro, el pequeño de cinco años que al igual que su hermano estaba “al cuidado” de sus tíos. Con la ayuda de una psicóloga fue interrogado a través de una terapia de juego. El niño narró que sus tíos le pegaron a su hermanito y que le salió sangre por nariz, boca y oídos.
-Y ¡dónde está Nachito?-le preguntaron.
- Lo quemalon ahí- contestó el menor mientras señalaba un terreno baldío.
Pero los aludidos lo negaron. Admitieron que en ocasiones sí le pegaban porque “se portaba mal y no obedecía, además de que era muy sucio”, pero no eran capaces de matarlo, diciendo que todo era imaginación del niño. Estaban seguros de que si no aparecía el cuerpo no podrían detenerlos por homicidio, así que se sostuvieron en su dicho de que se lo habían robado en la carretera a Yautepec.
Lo que no sabían era que con los elementos que se tenían se actualizaba el delito de desaparición de persona, así que una juez libró una orden de aprehensión y ambos fueron recluidos en el Penal de Atlacholoaya y el 7 de febrero de 2019 se les dictó el auto de vinculación a proceso.
Lázaro quedó a cargo del DIF y permanece en un orfanato, pues su abuela no estaba en condiciones de hacerse cargo de él ni tampoco su madre, quien está internada en un centro para atención de drogadictos.
El 19 de marzo del 2019, unas semanas más tarde de que fueron detenidos, unos vecinos de la pareja denunciaron a las autoridades que salía un olor fétido de un frigobar que estaba en el patio de una vivienda cercana a donde vivía la pareja conformada por Karina y Raúl, en la mencionada colonia Otilio Montaño de Jiutepec.
Al lugar llegaron peritos de la Fiscalía General de Justicia y notaron que, efectivamente, el olor que despedía ese frigobar era el típico de una persona muerta y en estado de descomposición.
Pidieron hablar con el propietario de la casa, y éste explicó que hace unas semanas lo fue a ver Raúl, el esposo de Karina, y le pidió que le guardara ese refrigerador “porque nos vamos a cambiar de casa pero todavía no sabemos a dónde. Para no andarlo trayendo de aquí para allá ahí se lo encargo, luego vengo a recogerlo cuando ya tenga un lugar seguro”.
El casero no le vio problema pues su patio es grande. “Póngalo por ahí vecino”, le contestó, así que Raúl mismo cargó el frigobar herméticamente cerrado y lo colocó en donde no estorbara.
Al abrir el refrigerador las autoridades encontraron “seis bolsas en capas, conteniendo el cuerpo sin vida de un menor”, según asentaron en el acta de levantamiento.
Ya con el cuerpo del delito la juez Teresa Soto cambió la figura a homicidio calificado además del que implica el no haber inhumado legalmente el cadáver.
En sus declaraciones, la pareja se niega a declarar el motivo por el cual se ensañaron con el niño al grado de matarlo, para luego cortarlo en pedazos, meterlos en bolsas y acomodarlos en el frigobar. Karina asegura que quien mató al niño fue su pareja, y que ella guardó silencio por temor a que también la matara porque es muy violento.
La última diligencia se llevó a cabo el pasado 14 de agosto, y a principios del próximo año se espera que concluya, para que los jueces determinen el grado de responsabilidad de las dos personas imputadas.
También, la pareja puede acogerse al derecho a un juicio abreviado, admitiendo su responsabilidad y pidiendo una sanción menor a los 20 años de cárcel.
HASTA MAÑANA.