Es evidente que la crisis del coronavirus cada quien la ha usado a su conveniencia, y en el caso de Héctor Astudillo lo utiliza para tratar de posicionar su imagen en la recta final de su sexenio. Otro mandatario, Enrique Alfaro Ramírez, elaboró un video-mensaje que ya lleva más de 20 mil “retwits” y dos millones de reproducciones en Twitter.
“Hemos marcado los primeros pasos de prevención en todo México y por eso somos el estado que más rápido está detectando, aislando y dando seguimiento a los casos confirmados”, presume el gobernador que ganó las pasadas elecciones a pesar de señalamientos que lo vinculan con el Cartel Jalisco Nueva Generación.
Los dos ejemplos anteriores son una muestra palpable de la politización que está teniendo algo tan delicado como es el virus que apareció por primera vez en la ciudad china de Wuhan.
En el otro extremo están aquellos que consideran que se están exagerando en las medidas de prevención. Lo peor es que en ese grupo está incluido el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, quien todavía este fin de semana publicó un video en el que aparece con la propietaria de un restaurante oaxaqueño haciendo un llamado a “no dejar de salir”.
Su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, apareció recientemente en un video haciendo un llamado a no replicar irresponsablemente mensajes a través de las redes sociales que no tienen un sustento científico. “No escuches a los chismosos que quieren sacar ventaja de esta situación”, dice.
Los “chismosos” a los que se refiere, son Felipe Calderón y un puñado de personas que están muy al pendiente de lo que hace o deja de hacer el presidente de la República para exhibirlo. Y es que, coincidentemente, siempre son los mismos los que se empeñan en hacer quedar a AMLO como un ignorante o incapaz mental. Sólo hay que checar las cuentas de Twitter de quienes anunciaron (casi con bombo y platillo) que ya había la primera víctima del Covi 19 en México y que era el primo de Carlos Slim, mismo que sigue vivo.
En el otro extremo tenemos a Gerardo Fernández Noroña, quien dijo estar de acuerdo en que “el compañero presidente” siga saludando de mano a todo mundo. “Está bien eso de la sana distancia y la chingada y todo lo que quieran, pero relájense (…) a mí no me va a dar esa chingadera y si me da no me va a matar y si me muero pues ya”.
O el polémico John M. Ackerman, quien ha sido multicriticado por haber dicho en su programa de TV que Andrés Manuel López Obrador es un científico que sabe muy bien cómo conducir el problema del coronavirus, haciendo soltar una discreta risa en su compañera de conducción, Sabina Berman.
Pero no es la primera vez que una epidemia es utilizada con fines políticos e incluso electoreros, y ya veremos que es la justificación perfecta para robar.
José Reveles, en su libro “Una PANdemia devasta a México”, explica que la epidemia de la influenza pilló muy mal parado a un gobierno que no había tomado previsión sanitaria alguna, pero además “sospechoso de haber desviado multimillonarios recursos que se erogaron y hubiesen servido para blindar con vacuna propia y antivirales a los mexicanos”.
Sostiene que “al gobierno de Felipe Calderón se le hizo más fácil provocar una zozobra colectiva, sobreactuar frente al virus de la influenza y causar un daño gravísimo al turismo, a la planta productiva, a la economía en general, a la imagen de los mexicanos en el extranjero como un pueblo decadente, moribundo, una muchedumbre de zombies con cubrebocas”.
Lo peor de todo esto es que, tanto unos como otros, están actuando con base a una cuestión política, más bien ideológica, dejando de lado lo científico. Ni los unos ni los otros conocen los alcances del Covid-19 por el simple hecho de que se trata de un virus que nunca antes se había manifestado.
Dentro de lo poco que se ha publicado que es realmente confiable es la columna de ayer del ex secretario de Salud y ex rector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente, quien hace referencia a los trabajos de investigadores chinos publicados en revistas de circulación internacional, previamente revisados por expertos, y que contienen la información que nos permite saber realmente lo que está pasando y lo que seguramente vendrá.
“Me parece que lo que ocurre en muchos lugares, y México no es la excepción, es que la mayoría de las personas no tienen el conocimiento (y no tendrían por qué tenerlo) para saber cómo deben enfrentarse las epidemias, y esto propicia que el miedo, individual y colectivo, se apodere del escenario. Aún la tenue memoria de aquella influenza española de hace 100 años que mató a 50 millones de personas, puede influir en el inconsciente colectivo de muchas personas. Pienso que la solución radica en fortalecer la cadena de confianza ya aludida: políticas públicas que confíen en la ciencia, ciudadanos que confíen en las autoridades públicas que ejecutan dichas políticas, y confianza entre los países, porque esta pandemia requiere urgentemente de mayor colaboración internacional. Nuestra mejor opción es seguir los lineamientos de la Organización Mundial de la Salud”, dice De La Fuente, en El Universal.
Desgraciadamente esta información no ha llegado aún al grueso de la población, y eso lo podemos ver en nuestra vida diaria. Todavía el pasado fin de semana vimos a mucha gente en fiestas y reuniones, y hasta el momento de escribir esta columna la representación de la Pasión de Cristo en el pueblo de Ocotepec seguía en pie, y se descartaba el cierre del mercado Adolfo López Mateos.
Vemos un video en el que un turista le reprocha a la presidenta municipal de Acapulco, Adela Román Ocampo, el que ande pidiendo a la gente que se retire de las playas. “El coronavirus no existe, es una mentira de los políticos”, le grita un hombre chaparrito y moreno –vestido sólo con short- que se identifica como habitante de la Magdalena Contreras de la ciudad de México.
Cuando la alcaldesa –entendiendo que no podrá convencer a esa turba- se da la vuelta y se retira, tanto turistas como prestadores de servicios estallan en gritos de algarabía como si hubiesen ganado una batalla.
Y es que, hasta ahora, las imágenes de decenas de cadáveres nos llegan de muy lejos, pero cuando empecemos a saber que un vecino, un conocido, o un familiar ha muerto por coronavirus, entonces comenzaremos a tomar en serio las recomendaciones y ya no vamos a querer salir a ningún lado.
HASTA MAÑANA.