El día que China alertó oficialmente a la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre la existencia de una neumonía de origen desconocido, obligó a la plataforma de discusión WeChat a suprimir un gran número de palabras clave que aludían a la epidemia. Es solo un ejemplo de la censura ejercida por Pekín durante la crisis del coronavirus, un control de la información que, según Reporteros Sin Fronteras (RFS), contribuyó a la expansión del SARS-CoV-2, el nuevo virus que ha infectado a cerca de 400.000 personas en todo el mundo.
Según un informe publicado por la organización este martes, “sin el control y la censura impuestos por las autoridades de China, los medios chinos habrían informado a la ciudadanía mucho antes de la gravedad de la epidemia de coronavirus, salvando así miles de vidas y evitando, quizás, la actual pandemia”.
En mitad del debate que plantea si un régimen autoritario como el de China responde mejor que una democracia a una crisis sanitaria como la del coronavirus, por la contundencia de las medidas y la obediencia de los ciudadanos, RFS ha analizado los acontecimientos ocurridos en los inicios de la epidemia y su nula repercusión en los medios de comunicación de China, un país al que sitúa en el puesto 177 —de un total de 180— en la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa.
Una investigación publicada el pasado 13 de marzo por la Universidad de Southampton (Inglaterra) desvela que Pekín podría haber reducido en un 86% el número de contagios si hubiera impuesto dos semanas antes las medidas de confinamiento que adoptó el 22 de enero.
Sin embargo, el primer caso documentado de una persona infectada por el nuevo coronavirus se remonta al 17 de noviembre, un hombre de 55 años de la ciudad de Wuhan, según el South China Morning Post, que alude a datos gubernamentales.
Pero aun cuando en ese momento los médicos solo hubieran podido certificar una “neumonía de origen desconocido”, un mes después, el 20 de diciembre, las autoridades ya sabían que al menos 60 pacientes en Wuhan sufrían una “neumonía desconocida similar al SARS” y que varios de ellos habían frecuentado el mercado de pescado de Wuhan.
“Si las autoridades no hubieran ocultado a los medios la existencia de un brote epidémico vinculado a un mercado muy popular, el público habría dejado de visitar este lugar mucho antes de su cierre oficial, el 1 de enero”, reflexiona RFS.
La falta de garantías del secreto profesional del periodista, según el cual los informadores tienen el derecho a no revelar quiénes son sus fuentes, provocó, según RFS, que algunos médicos que conocían la existencia del brote epidémico de neumonía no alertaran a los medios de comunicación para evitar exponerse a “sanciones severas que van desde una reprimenda profesional hasta penas de prisión”. Es el caso del doctor Lu Xiaohong, jefe de gastroenterología del Hospital de la Ciudad de Wuhan Nº5, quien el 25 de diciembre ya tenía sospechas de que el virus se podía transmitir entre humanos ante los casos de personal médico infectado. Si existiera libertad de prensa en China, “el doctor Lu Xiaohong habría asumido la responsabilidad de alertar a los medios”, advierte la ONG.
También fueron represaliados, en este caso con el cierre de su laboratorio, los investigadores que filtraron en plataformas de código abierto información sobre la secuencia del virus, según el informe de Reporteros Sin Fronteras. Ocurrió el 11 de enero, pero “el equipo del profesor Zhang Yongzhen, en el Centro Clínico de Salud Pública de Shanghái”, ya había logrado seis días antes, el 5 de enero, secuenciar el virus. “Si las autoridades chinas fueran transparentes, habrían comunicado inmediatamente la secuencia del genoma del coronavirus a los medios científicos, ahorrando a la comunidad internacional un tiempo precioso en su investigación para el desarrollo de una vacuna”, defiende la organización de periodistas.
Y aunque sea imposible determinar qué hubiera ocurrido si la comunidad internacional hubiese tenido antes acceso a los datos sobre el coronavirus, sí es posible afirmar que solo cuando los ciudadanos son informados de los hechos por una prensa libre tienen más herramientas para protegerse y, a su vez, para exigir a las autoridades que tomen las medidas necesarias para proteger a la población.
Desde Cuba, una amiga periodista reporta en su muro de Facebook (búsquela como Jarocha Reyes Vega) que la carne de puerco está a 80 y 100 CUP. Nasobucos (tapabocas) entre 25 y 50 CUP, y el último reporte de afectados señala que son 139 casos de los cuales 114 son cubanos que viajaron a otro país.
Es cuestión de días para que implanten en la isla el toque de queda. Y allá sí lo hacen cumplir.
En México, si bien es cierto que mucha gente ya se está quedando en su casa, otra parte de la población sigue su vida casi de manera normal. El jueves nos tocó ver una procesión en el poblado de Ocotepec entrando a la iglesia hasta con banda de viento.
El sábado nos reportaba la compañera Maciel Calvo un “fiestón” en el salón “Los Aguacates”, y así en otros lugares.
Ricardo Salinas Pliego, uno de los empresarios que más se beneficiaron con el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, ahora resultó más “amlover” que los miembros de Morena. Durante una reunión con sus trabajadores, prácticamente repitió lo mismo que ha venido diciendo el presidente.
Y es entendible, cuando unos días antes le habían extendido por 30 años la concesión para explotar el espacio a través de su empresa Total Play. Pero ahora ha quedado en ridículo, porque después de mucho pedírselo, el presidente López Obrador aceptó hacer un video donde aconseja a la población “quedarse en casa”.
Nadie tiene la verdad absoluta en este tema. Y lo bueno es que en cuestión de semanas sabremos quién tenía la razón. Veremos si a Gerardo Fernández Noroña no le dio “esa chingadera” como le dice él, y si le dio no se murió.
Lo cierto es que uno ya no sabe qué da más miedo y preocupación, si ver las calles con gente –por el peligro del contagio- o verlas vacías sabiendo que, si de por sí estábamos económicamente mal, ahora estaremos peor.
HASTA MAÑANA.