El 24 de agosto del 2020 resultará inolvidable para alumnos, maestros y padres de familia de todo el país. Nunca olvidaremos el día que regresamos a clases sin regresar a la escuela, y que en lugar de llegar a un salón de clases dentro de un edificio, nuestro comienzo escolar fue prendiendo una computadora, encendiendo un programa de internet, y esperando a que del otro lado apareciera la imagen de una atribulada maestra que les daba la bienvenida.
Seguramente dentro de 20 años los que hoy son niños recordarán aquella ocasión en que sus papás prendieron la televisión y vieron al presidente de la República dar por iniciado el ciclo escolar 2020-2021 y luego ver pasar una escolta conformada por estudiantes con medio rostro cubierto, llevando la bandera nacional.
El primer día de clases –máxime cuando se ingresa al primer grado de primaria- es un día que para la mayoría de nosotros nos deja marcados para toda la vida. Algunos llegan con miedo a lo desconocido, pero otros lo toman con optimismo pues sus padres los convencen de que van a conocer nuevos amigos y experiencias que no habían tenido en el kínder.
Una mochila con su personaje de televisión favorito y unos zapatos nuevos puede ser un excelente incentivo para que el niño no haga berrinches en el primer día de clases.
Para el maestro también es un día lleno de emociones. Ver llegar a los niños con sus uniformes impecables, todos y todas con sus mejores peinados y sus zapatos bien lustrados. Cada año es un reto, pues generalmente los profesores no le dan siempre a un grado, sino que los van rolando de tal manera que un año pueden estar a cargo de un grupo de casi bebés, y al otro tienen que lidiar con pre-adolescentes de 12 años.
Para los padres el primer día de clases es una locura. Despertarse con el alba para asegurarse de que todos se levanten, se bañen, desayunen algo y no falte nada en su mochila. A pesar de todo el esfuerzo siempre hay algo que provoca que se te haga tarde y los que pagan las consecuencias son los automovilistas que están más adelante y que tienen que aguantar tus claxonazos.
La escena de la despedida entre una madre y su hijo en el primer día de clases es siempre tierna. Generalmente son los niños los que chillan o hacen pucheros, pero también hay casos en los que ellos están muy tranquilos y es la madre la que rompe en llanto.
Pues nada de eso hubo ayer. En el caso de quien esto escribe, la despedida con mi hija de secundaria fue en la entrada de su cuarto. Debidamente uniformada (de la cintura para arriba, claro) y peinada, se despidió con un “voy a clases” y cerró la puerta para estar a solas frente a su computadora.
Los estudiantes de secundaria son más conscientes, además de que ya tienen la práctica adquirida durante los últimos meses del ciclo escolar pasado.
El problema es con los niños más pequeños a los que difícilmente puedes mantener atentos a una pantalla por más de 15 minutos. Imagino la impotencia de las maestras que ven en sus pantallas cómo los niños están atentos a todo, menos a su clase. No saben si el niño que está mirando fijamente la pantalla está poniendo atención a la clase o es que está viendo una película de caricaturas.
“Si es difícil tener quietos a 30 niños en un salón, ahora imagínate tenerlos de manera virtual, sin poder soltarles un grito para que pongan atención”, me confía una amiga educadora.
El primer día fue un desastre. Aunque la mayoría de maestros y padres de familia dominan medianamente las aplicaciones como “Zoom” y “Google Meet”, todavía hay tanto docentes como paterfamilias que nunca pudieron acceder a las clases, además de que la sobrecarga de usuarios provocó fallas a nivel mundial.
Los grupos de WhatsApp creados para coordinar las clases a distancia se vieron abarrotados de quejas y expresiones de desesperación de los usuarios por las fallas en esos programas informáticos.
Hasta aquí hemos narrado cómo fue el primer día de clases para los niños que tienen la fortuna de tener una laptop, una Tablet o un Smartphone, pero no olvidemos que en este país la desigualdad social es un gravísimo problema.
Hay niños que no tienen una computadora y mucho menos servicio de internet. Para ellos, el gobierno federal contrató los servicios de las principales cadenas de televisión abierta, y convirtió a actores en maestros y maestros en conductores de televisión.
Pero no fue nada fácil.
Los chats de internet de los grupos escolares sonaban toda la mañana, desde muy temprano. El común denominador en WhatsApp fueron dudas como: "alguien me puede orientar, no encuentro el canal", "maestra, ya me cansé de buscar en telecable, alguien me puede orientar", entre otros. Ante el inicio del ciclo escolar, algunos padres de familia confundieron los canales y sintonizaban algunos que no correspondían al nivel educativo; sin embargo, minutos más tardes pudieron colocar a sus hijos frente a la televisión.
Con computadoras o con televisión, lo único que no cambia es que la principal responsabilidad para que los niños aprendan depende de sus padres, o más específicamente de sus madres, pues en este país todavía prevalece el modelo en el que los padres salen a trabajar y las madres se quedan a cuidar a los hijos.
Pero ¿qué sucede cuando ambos tienen la necesidad de trabajar? Ahí es cuando descubrimos que en la mayoría de los casos las escuelas estaban convertidas en “guarderías” para que los niños pudieran estar ocupados y cuidados mientras sus padres estaban encargándose de obtener el dinero necesario para subsistir.
Como ocurre en casi todos los ámbitos, ahí es donde se va a notar que “no todos estamos en el mismo barco”, y mientras que para algunas familias el regreso a clases fue hasta divertido, para otras es un verdadero martirio pues tienen que dejar a los niños “estudiando” solos en su casa (con todos los peligros que ello conlleva) o dejarlos encargados con algún familiar.
En el peor de los casos, muchos padres de familia prefirieron no inscribir a sus hijos a la escuela hasta que pase la pandemia, pues no tienen computadora, ni internet, ni siquiera energía eléctrica.
Por eso decimos que este inicio del ciclo escolar 2020-2021 nunca lo vamos a olvidar.
HASTA MAÑANA.