“No es lo mismo ser borracho que cantinero”, admitió Plutarco García Jiménez, a quien conocimos y entrevistamos muchas veces como representante de organizaciones campesinas y que ahora es el jefe máximo del Registro Agrario Nacional, una de las instituciones más importantes de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu), pero además, la que enfrenta uno de los retos más difíciles para el gobierno federal: defender la propiedad social de México ante la voracidad de la iniciativa privada.
Fue el pasado viernes cuando el profesor y economista ofreció una conferencia de prensa en “La India Bonita”, “como un ejercicio de rendición de cuentas sobre las actividades que ha realizado la institución durante los últimos tres años para materializar derechos agrarios de ejidatarios y comuneros a lo largo y ancho del país”.
Aunque el Registro Agrario Nacional tiene su sede en la capital de la República, don Plutarco quiso hacer la conferencia en Morelos, no sólo por ser la cuna del agrarismo, sino también porque aquí hizo gran parte de su trayectoria como activista de las causas sociales. Fuimos testigos del reencuentro entre don Plutarco y el decano de los periodistas morelenses, Daniel Alcaraz, quien no se esperó al final del evento y el obsequio del libro “Memoria en el tiempo y un poco de historia”, escrito por el hoy funcionario federal.
“Como representante de las organizaciones campesinas se requiere cierta rijosidad, y ahora de este lado, lo que se necesita es conciliar y buscar alternativas a los conflictos, y lo que primero nos preocupa es avanzar lo más rápidamente posible en dar seguridad jurídica a la gente, y atender los conflictos”, contestó a la pregunta sobre la diferencia entre su papel como líder social y ahora como servidor público.
Y es que Plutarco Emilio García Jiménez es un acérrimo defensor de la izquierda mexicana y producto de las instituciones ligadas a ese sector de la población. Baste decir que –habiendo nacido en Ocotillo, Guerrero- estudió en la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”, mejor conocida como Ayotzinapa.
Ahí, su padre lo llevó junto con un primo a estudiar el sexto año de primaria y el segundo de la secundaria, entregando a manera de inscripción un morral lleno de mameyes. Fundada en 1931 en el casco de la vieja hacienda de Ayotzinapa, la institución daba alojamiento a niños que como él, provenían de las zonas más pobres del país.
En 1952, Plutarco y su primo Justino emigraron a la capital del país, donde continuaron sus estudios en la Escuela Nacional de Maestros. Complementaría su formación académica en la Escuela Nacional de Economía, de la UNAM, que era “la única escuela donde se enseñaba marxismo”.
Desde entonces ha participado en infinidad de movimientos sociales, desde el apoyo a la guerrilla en su tierra natal hasta el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional. Participó en las Mesas de Diálogo para la Paz en Chiapas (1994); fue diputado federal de la LVII Legislatura desde donde impulsó la Ley de Desarrollo Rural Sustentable, y en 2003 formó parte de la dirigencia del movimiento nacional “El Campo no aguanta más”.
A sus casi 80 años, Plutarco García Jiménez estaba decidido a retirarse de todo, pero en octubre de 2018 recibió una llamada telefónica que lo haría cambiar de opinión. Era Román Meyer, quien le comunicó que el presidente electo Andrés Manuel López Obrador le estaba ofreciendo la Dirección del Registro Agrario Nacional, pero no la de Morelos, sino de todo el país.
“Después de pensarlo una semana decidí aceptar el encargo al considerar que el actual presidente en su propuesta de la Cuarta Transformación hacia un nuevo proyecto de nación, necesita todo tipo de apoyo, dentro y fuera del gobierno. Después de muchos años de militancia en el movimiento campesino y de luchar por la tierra para los campesinos e indígenas, varios amigos y compañeros me insistieron en que era el momento para conseguir desde el gobierno la justicia para el campo, que no hemos podido alcanzar desde la oposición”, escribió el hoy funcionario en su libro que tuvo a bien regalarle a este columnista.
Y no ha sido fácil. Al tomar el cargo había más de 80 mil asuntos pendientes en el Registro Agrario Nacional, y hasta el corte del primer semestre de este año, quedan poco más de 10 mil asuntos en proceso, pese a las dificultades presentadas por la contingencia sanitaria.
Sumado al avance en la atención a los trámites registrales, se instrumentó a la par una Campaña Nacional de Entrega de Documentos Agrarios, que en los últimos 10 meses ha entregado de manera gratuita y directa 179 mil 904 documentos agrarios beneficiando a cerca de 140 mil titulares de derechos.
Actualmente, en el RAN se tiene el registro de cinco millones 350 mil 649 sujetos agrarios, que habitan en 29 mil 793 ejidos y 2 mil 410 comunidades; esto representa 50.7% de la extensión territorial del país.
Sin embargo, el problema es que la mayor parte de ese territorio ya no está en manos de los ejidatarios y comuneros y tampoco se está usando para la producción agrícola. Ahora los sembradíos de maíz o cualquier otro producto han sido sustituidos por sembradíos de casas-habitación. Basta recorrer Temixco, Xochitepec o Yautepec para darnos cuenta que los ejidatarios ya vendieron sus tierras a grandes empresas inmobiliarias.
O bien, los hijos de los ejidatarios convirtieron sus parcelas en “chelerías” como podemos observar en los ejidos de Acapantzingo, municipio de Cuernavaca.
El otro grave problema que afecta la propiedad social en México es –al igual que en otros rubros- la llegada de grupos de la delincuencia organizada que compran (ya sea por la buena o por la mala) sus parcelas a los ejidatarios, para darles un uso diferente al agrícola.
No dudamos de las buenas intenciones de don Plutarco Emilio García Jiménez, pero la misión que le asignaron es prácticamente imposible, pues mientras que los gobiernos anteriores impulsaron la privatización del campo mexicano, la actual administración pretende dar marcha atrás y darle un sentido social a la propiedad de los ejidatarios y campesinos.
No dudamos de la capacidad y sobre todo de la honestidad del jefe nacional del RAN, pero el reto es realmente muy grande y tendrá que remar contra corriente, al igual que muchos otros personajes que encabezaron movimientos sociales y hoy están al frente de una dependencia del gobierno federal.
HASTA MAÑANA.