Estamos a unas horas de que termine una administración más de la capital de Morelos que es Cuernavaca, y hasta el momento seguimos preguntándonos ¿qué nos pasó? ¿Cómo es que hemos llegado hasta aquí? Y seguramente el diagnóstico sale sobrando, pues lo que se ve diariamente en las calles es más que evidente.
Encontré entre mis archivos un artículo firmado por el que fuera secretario del Ayuntamiento en el trienio 1994-1997, Fernando Gutiérrez Nava, quien hace un análisis muy interesante del periodo que encabezó Alfonso Sandoval Camuñas, hasta el 2020.
Gutiérrez Nava comienza con una serie de datos muy valiosos a la hora de hacer comparaciones. Dice que en 1994, cuando tuvo la fortuna de colaborar con Alfonso Sandoval Camuñas, en el ayuntamiento de Cuernavaca, el presupuesto anual ascendía a 140 millones de pesos. De ese dinero, se destinaba el 55% al gasto de inversión y el 45% al gasto corriente.
Un Secretario del Ayuntamiento, un Tesorero, un Oficial Mayor, una Contralora, un Secretario de Obras y 35 funcionarios más, entre directores y jefes de departamento, se daban abasto para atender las necesidades de la administración (según Gutiérrez Nava). El alcalde percibía 25 mil mensuales; la síndicó 22 mil mensuales; los regidores 20 mil y los funcionarios de primer nivel, 18 mil mensuales.
No había partida para gestión social para los regidores y ocasionalmente se les pagaban algunos gastos de representación. Por esos tiempos, además, se le ocurrió al gobernador transferirle al municipio la Policía y el agua potable; la Policía solo llegó con su salario y unas camionetas desvencijadas, sin el gasto operativo ni instalaciones; el agua potable, igual, con lo que traía puesto: equipo de bombeo y personal. Se tuvo que estirar aún más la liga.
A pesar de todo, Cuernavaca estaba limpia, sus fuentes funcionando, los parques y jardines bien cuidados, la ciudad alumbrada, obras en todas las colonias, decididas y ejecutadas por los propios vecinos y se hicieron varias obras viales que aún subsisten, demostrando su utilidad.
La administración terminó, Alfonso salió sin riqueza mal habida y dejó a Cuernavaca sin deudas.
Con el tiempo, con el nuevo federalismo y la transferencia del cobro del predial al Ayuntamiento, el presupuesto municipal fue creciendo y, curiosamente, su personal y el tabulador también.
Para 1998, un regidor de la nueva administración ya ganaba 50 mil mensuales, más gastos; los funcionarios, una cantidad similar.
En 2012 –sigue narrando el ex secretario municipal- se le dio la oportunidad de regresar al Ayuntamiento capitalino con Jorge Morales Barud y lo que se encontró le provocó gran sorpresa:
“La administración estaba irreconocible. Una deuda de 2,500 millones de pesos, pesaba sobre la hacienda municipal. El organigrama de mandos medios y superiores sumaba más de 600 funcionarios, distribuidos entre 9 secretarías, asesores, subsecretarios, directores generales, directores de área y jefes de departamento. El gasto dedicado a servicios personales, anualmente, equivalía a cuatro años del total del presupuesto ejercido por Alfonso Sandoval, es decir, solo en nómina se gastaban en un año, el presupuesto enterito que Poncho pudo haber gastado en cuatro años”.
Lo que no dice Fernando quizás porque también es priísta, es que quien se endeudó de esa manera fue Manuel Martínez Garrigos, y que la nómina fue inflada a más no poder porque la idea original era financiar desde ahí su candidatura al gobierno de Morelos.
Lo que sí presume el autor del artículo es que, al terminar el periodo de Morales Barud, se dejó un organigrama de 340 cargos, aproximadamente, se fusionaron secretarias y la nómina anual, entre activos y jubilados, tuvo una reducción del 50%, más o menos, al tiempo que la deuda pública logró reducirse a mil 200 millones de pesos.
Enseguida, expone una hipótesis sobre por qué se incrementó exponencialmente la plantilla de trabajadores del Ayuntamiento de Cuernavaca:
“Con la alternancia, en 1997, llegó la real competencia electoral. Entonces, los candidatos empezaron a pagar estructuras y a comprar líderes en las colonias, para tener posibilidades de ganar. A muchos de los “líderes” y operadores (promotores del voto y representantes de casilla) se les ofreció, como parte del compromiso, integrarse a la administración municipal, si ganaban la elección.
Así que, cada vez que ganaba un candidato, el Ayuntamiento se llenaba de gente nueva que no siempre reemplazó a quienes llegaron el trienio anterior, acumulándose el personal. Ahora hagan la cuenta cuanta gente se fue acumulando en los trienios que transcurrieron desde 1997 a la fecha.
Hay que agregar, además, que durante los trienios panistas, el Ayuntamiento se convirtió en bolsa de trabajo para cuadros y militantes recomendados por las dirigencias local y nacional, inclusive de fuera de Morelos.
“Adicionalmente, cabe anotar que, por esas cosas raras que tiene la ley electoral, el partido que gana, no tiene la mayoría del Cabildo, por lo que los integrantes tienen a bien presionar al Alcalde para ingresar a la nómina a sus propios recomendados, a cambio de gobernabilidad; cuantos? va a depender de la habilidad negociadora del alcalde y del susodicho, pero se ha sabido de casos donde un solo regidor, entre chofer, ayudantes, secretarías o mandaderos, llegó a tener hasta treinta personas en nómina. ¡Ahora hagan su cálculo por el número de integrantes del Cabildo”, dice Gutiérrez Nava.
No hace falta ser un experto para darse cuenta que el problema está en una nómina sobrecargada y que el presupuesto municipal requiere redireccionarse; el organigrama cirugía mayor para quedarse con lo estrictamente indispensable; meterle tijera a la nómina para eliminar, hasta donde sea posible, el personal sobrante y los compromisos personales y políticos; revisar a la baja el tabulador y eliminar dispendios y gastos superfluos.
Si no se toman las medidas necesarias, el exceso en el gasto corriente y la falta de inversión, traerá consigo el deterioro de la infraestructura urbana y una prestación muy deficiente de los servicios públicos.
HASTA MAÑANA.