Pobres de los morelenses. Tenemos un fiscal “boquiflojo” y un titular de seguridad pública que habla con exagerada franqueza.
Con respecto a la desaparición del obispo emérito Salvador Rangel, para Uriel Carmona fue un “secuestro exprés” y para el comisonado “hasta donde sabemos, entró a un hotel con otra persona del mismo sexo”.
El fiscal no ha aprendido que no debe hacer declaraciones antes de estar plenamente seguro de lo que va a decir. Ya estuvo preso y sigue bajo proceso por declarar públicamente que una muchacha falleció asfixiada por su propio vómito al estar bajo los efectos de una intoxicación etílica.
Luego, cuando todavía no levantaban el cadáver de la diputada Gabriela Marín, dijo a los reporteros que lo entrevistaron en el lugar de los hechos que se trataba de un crimen por cuestiones políticas, lo cual no pudo acreditar y hasta el momento ese caso sigue sin esclarecer y, como muchos otros, impune.
El pasado lunes, cuando un grupo de reporteros nos manifestamos frente a la Fiscalía General para exigir el esclarecimiento del homicidio de nuestro compañero Roberto Figueroa, el titular Uriel Carmona Gándara de inmediato declaró que se trataba de un asesinato relacionado con su actividad periodística.
“El móvil de este secuestro y homicidio se relaciona directamente con la actividad periodística de la víctima. Eso no lo podemos ocultar, eso es algo que está tangible en la carpeta y vamos a llegar hasta las últimas consecuencias para dar con los responsables, no solamente los materiales, sino también en el caso de que existan autores intelectuales”, declaró con esa seguridad que ha mostrado en casos anteriores, de los cuales ninguno está resuelto.
Luego, cuando recibió a una comisión de reporteros encabezada por Balvina Flores, representante en México de Reporteros Sin Fronteras, el funcionario aprovechó para hacer un resumen de lo que ha hecho en la Fiscalía sin el apoyo del gobierno estatal y a pesar de que no cuenta con la colaboración del almirante Antonio Ortiz Guarneros, comisionado de Seguridad Pública del Estado.
Pero no era todo. Ese mismo día el fiscal acudió al hospital general José G. Parres para “tomarse la foto” con el obispo emérito de Chilpancingo-Chilapa, Salvador Rangel, al pie de la cama del hospital donde se recuperaba.
Sin que nadie se lo preguntara, Uriel Carmona dijo que “al parecer fue víctima de un secuestro exprés”, sin tomar en cuenta el impacto mediático de sus declaraciones. O sea que ahora ninguna persona que venga a Morelos está a salvo de ser víctima de la delincuencia común, lo que significa que tenemos una policía deficiente.
Eso provocó la respuesta airada de comisonado, quien salió inmediatamente a declarar, con esa parsimonia que le caracteriza, que “hasta donde sabemos entró voluntariamente al motel con una persona del mismo sexo y después esa persona se retiró… eso es todo lo que sabemos porque fuimos a preguntar pero como ya había llegado la Fiscalía no nos permitieron”.
Y ¿había necesidad de decir todo eso? Por supuesto que no. Lo hizo para no dejar lugar a dudas de que no hubo el secuestro exprés que el otro boquiflojo había anunciado un día antes. Quizás ese no, pero otros muchos sí.
Algunos compañeros “lograron investigar” hasta lo que traía el prelado en sus bolsillos al llegar al hospital, donde ahora se sabe que se llegó a internar voluntariamente y sin dar su nombre y cargo. Flaco favor el que le hizo el fiscal al acudir personalmente al nosocomio para asegurarse de que estuviera bien atendido.
Hasta el presidente de una agrupación de abogados quedó en ridículo, al ostentarse primero como su abogado (reflectores gratis, como le gusta), y después enterarse de que todo había sido un montaje. Al principio todo mundo quería quedar bien con el asunto del obispo, pero al final hasta la Cruz Roja emitió un comunicado negando que alguna de sus ambulancias haya servido para el traslado del (pecaminoso) clérigo.
Pero continuando con las actitudes protagónicas de nuestro fiscal, resultó que ese mismo lunes ocurrió la ejecución de otro sujeto en la avenida San Diego, también a plena luz del día. Entrevistado por los medios de comunicación sobre la posibilidad de que la víctima del homicidio fuera un capo conocido como “El Mirris”, y las consecuencias que esto traería, el encargado de perseguir el delito aceptó que esta situación pudiera recrudecer la violencia en Cuernavaca y en todo el estado.
¿Cuánto ánimo verdad?
La realidad es que lo que ha ocurrido en los últimos días nos dan la sensación de que ya estamos tocando fondo en lo que se refiere a inseguridad. Imagínese estar en un hospital privado y que de repente ingrese un comando armado, recorra todos los pasillos del nosocomio hasta llegar al quirófano y ahí le descarguen una ráfaga a una persona. ¿En altas horas de la madrugada? No. En plena luz del día y en una colonia que se supone es de las más seguras.
Los últimos dos días pareciera que los grupos de la delincuencia organizada se están disputando el territorio palmo a palmo. Ya no les importa el lugar ni la hora.
Ayer, dos mujeres fueron asesinadas en el estacionamiento poniente del Mercado Adolfo López Mateos. Cuentan testigos que dos sujetos llegaron con ellas a bordo de un taxi, las pusieron de rodillas y les dispararon a quemarropa, para después alejarse con la misma tranquilidad que llegaron.
En toda esta vorágine fue herido el comandante Carlos Pedroza, de la Secretaría de Seguridad Pública de Jiutepec, que afortunadamente está fuera de peligro.
HASTA MAÑANA.