El viernes 14 de febrero del 2014 publicamos una columna a la que titulamos “Contacto en Iguala”, con información que habíamos obtenido con diversas fuentes de la entonces Procuraduría General de la República (PGR) y de la SEDENA. Básicamente señalábamos que el presidente municipal de Iguala, José Luis Abarca, tenía nexos con el grupo de Guerreros Unidos en virtud de que su esposa María de los Ángeles Pineda Villa, era hermana de Alberto, apodado “El Borrado”, lugarteniente del extinto narcotraficante Arturo Beltrán Leyva.
El texto, que puede ser consultado en el link https://www.launion.com.mx/opinion/estrategias/noticias/57618-contacto-en-iguala.html , menciona que José Luis Abarca Velázquez, quien llegó al cargo a través de las siglas del Partido de la Revolución Democrática, aunque nunca había militado en ese partido, estaba siendo investigado por las autoridades federales por delincuencia organizada.
“La gente se sigue preguntando cómo un comerciante que inició vendiendo sombreros en el mercado, hoy es propietario de la plaza comercial Galerías Tamarindos, la más importante de esa localidad guerrerense.
“¿Cómo llegó a ser presidente municipal? Eso está muy claro para los igualtecos. Todos recuerdan las miles de despensas que llegaron a todas las colonias de Iguala previo a las elecciones, y el “espaldarazo” que recibió del gobernador Ángel Aguirre Rivero para que fuera el candidato del PRD.
“Pero la principal línea de investigación que la PGR sigue en contra del alcalde de Iguala es su esposa, María de los Ángeles Pineda Villa. Es hermana nada menos que de Alberto Pineda Villa, alias “El Borrado”, operador de Arturo Beltrán Leyva”, escribimos.
Obviamente fue una voz en el desierto que lo único que provocó fue una “amable invitación” a no tocar temas tan escabrosos que ni siquiera eran del estado de Morelos.
Siete meses y doce días después, sucedería lo que hoy ya es escándalo mundial: la desaparición de 43 alumnos de la Normal Rural de Ayotzinapa.
Hoy se cumplen diez años de esos lamentables hechos y no tenemos la certeza de qué ocurrió con sus cuerpos, pues es prácticamente imposible que se encuentren con vida.
El pasado fin de semana vimos la serie “Los 43 de Ayotzinapa: un crimen de estado”, la serie documental producida por Warner Bros Discovery y transmitida en MAX (antes HBO). Debo decir que puse el primer capítulo sólo por curiosidad, pensando que sería un documental más de los muchos que se han hecho sobre esta tragedia.
Sin embargo, me llevé una sorpresa. A lo largo de cinco capítulos, el productor español José Ortiz entrevista a las madres y padres de los estudiantes y los contrasta con declaraciones de los funcionarios de distintos niveles de gobierno que estuvieron involucrados en la investigación.
Algunas de las entrevistas que más han llamado la atención es a Tomás Zerón, quien era el director de la Agencia de Investigación Criminal de la entonces PGR y que aún se encuentra prófugo en Israel.
La serie combina material de archivo con nuevos testimonios y entrevistas con personas que hablan por primera vez del caso, como Yazareth Liz Abarca, hija del excalcalde de Iguala, José Luis Abarca, y María de los Ángeles Pineda.
Magistralmente, el guionista te va llevando cronológicamente desde esa noche, hasta la actualidad, y en cada capítulo van surgiendo aspectos de los que poco se ha hablado y que supera cualquier serie de ficción.
Me explicó: comienza explicando que los jóvenes fueron atacados por policías que estaban trabajando para el crimen organizado (los Guerreros Unidos), lo cual ya no es ninguna novedad. Todo México está así.
La serie confirma nuestra teoría de que en México la delincuencia y el gobierno se mezclan de forma consuetudinaria y sistemática; y sólo cuando algo se sale de control se interrumpe esa connivencia. Ejemplo: si no hubieran matado al hijo del poeta Sicilia, el “negro Radilla” seguiría vendiendo protección a los centros nocturnos de Jiutepec.
En Iguala, el narco-alcalde tenía el poder suficiente para desaparecer a cuanta persona quisiera, para lo cual tenía a su disposición tanto a la Policía, como a los delincuentes. Pero ocurrió que esa noche a alguien “se le pasó la mano” y mató a 43 estudiantes. Si hubieran sido 10, hasta 15, quizás Abarca en estos momentos sería gobernador de Guerrero o senador de la República.
Luego, el Gobierno de Enrique Peña Nieto quiso dar “carpetazo” al asunto con una “verdad histórica” obtenida a base de torturas y montajes. Ellos confiaban en que lograrían que los padres de los desaparecidos se conformaran con la versión de que los habían hecho polvo y aceptaran alguna indemnización. Pero se equivocaron.
Desde nuestro punto de vista, el entonces candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador supo aprovechar muy bien la esperanza que tenían los padres de los 43 en encontrar con vida a sus hijos (en todos los mítines hablaba de que los encontraría vivos), y ya en el poder pensó que se conformarían con ver en la cárcel a los funcionarios que los trataron de engañar.
Pero también se equivocó. Sobre todo cuando intentó defender a la institución en la que ha cimentado su poder: El Ejército.
En este documental, se demuestra que el Ejército siempre estuvo al tanto de lo que ocurría en Iguala esa fatídica noche, y que no intervinieron ni siquiera para rescatar a uno de sus miembros (el soldado Patolzin) que hacía labores de contrainsurgencia en la Normal “Isidro Burgos”.
Y finalmente, lo que también ya se sabía pero que nadie había comprobado: que los autobuses secuestrados por los estudiantes transportaban heroína que tenía como destino la ciudad de Chicago, y que también la agencia norteamericana conocida como DEA estaba perfectamente enterada de lo que ocurría.
Lo malo de todo esto, es que el gobierno de AMLO y ahora de Claudia Sheinbaum, dirán que Estados Unidos tratará de desestabilizar a nuestro país a través de la periodista Anabel Hernández y del grupo de especialistas independientes, alentando la narrativa de que fue el Ejército el que los desapareció.
Y es que, a final de cuentas, las empresas Warner Bros Discovery y MAX, también son del vecino país del norte, suficiente para tildarlos de “injerencistas”.
HASTA MAÑANA.