La gobernadora Margarita González Saravia supo salir bien librada del espectáculo que —preparado o no— se suscitó en la explanada del zócalo el pasado martes, y que significa el primer incidente al que está expuesto un gobernante. Si se le quiere ver el lado positivo, tuvieron que pasar más de dos meses para que hubiera un detalle no previsto en su logística que hasta ahora había transcurrido literalmente “como miel sobre hojuelas”.
Para los que no han visto el video, resulta que el pasado martes, durante un evento público en la Plaza de Armas con motivo del Día Mundial de la Discapacidad, la mandataria fue abordada por algunos medios de comunicación que le pidieron que contestara a sus preguntas. Si algo ha caracterizado a Margarita, es su disposición a dar entrevistas a cualquier persona, incluso a esos que no publican más que en su muro de Facebook, así que esta vez no fue la excepción. Lo que no se esperaba, es que las preguntas fueran de algo totalmente diferente al tema que se estaba tratando en ese momento.
Luego, de la nada surgió una mujer que gritaba sin que se le entendiera mucho de qué hablaba. Decía que “no se hagan tarugos, en La estación (suponemos que se refiere a la colonia Patios de la Estación) se están llevando a los niños y a las adolescentes”. Entre sollozos, la mujer mencionaba que no hay centros de rehabilitación y que las autoridades “no hacen nada”.
La gobernadora se retiró sin hacerle caso, mientras un reportero cuestionaba: “¿No va a atender a las víctimas?”.
Bien pudo ser (sin que nos conste), un “show” armado para incomodar a la apacible Margarita, que no explotó como sí lo hizo la entonces senadora Lucy Meza en algo similar que le prepararon en la presidencia municipal de Cuautla.
Sin embargo, no podemos negar que los hechos sobre los que la cuestionaron existen. Que la delincuencia está arraigada en los patios de la estación se pudo advertir desde que se llevaron a varios vecinos de esa comunidad y aparecieron muertos en un camino de terracería, rumbo al tiradero de basura de Loma de Mejía, en Cuernavaca.
El cobarde asesinato de un niño de 12 años es un hecho que indigna a cualquiera. Nueve jóvenes asesinados en una casa de la colonia Vista Hermosa de Jiutepec, nos causa impacto a quienes tenemos hijos de esas edades, y no se justifica con que se dedicaran a actividades ilícitas. Eso sin contar las ejecuciones de todos los días en todas las regiones de la entidad morelense. Podrán decir que en Guerrero y Michoacán están peor, pero a nosotros lo que nos interesa es nuestra entidad.
En esta columna hemos sostenido que ningún candidato debe prometer que acabará con la delincuencia. Eso es imposible y la estrategia “la quemó” el ex gobernador Graco Ramírez, cuando basó su campaña en prometer que acabaría —así de determinante— con la delincuencia en Morelos en 180 días, y que si no cumplía, se iría a la mitad del sexenio mediante la figura de la revocación. Después admitiría (como el chiste del changuito y el león) que nomas estaba de “pinche hablador” pero que hizo lo que se pudo.
Eso fue del 2012 al 2018, y luego vino el futbolista Cuauhtémoc Blanco, quien le pidió al presidente que recomendara a alguien para Seguridad Pública y le mandó a un almirante retirado que sólo vino a vacacionar durante seis años y que lo único que hacía cuando le preguntaban por qué había tantos homicidios era barajar los nombres de los grupos delincuenciales como si estuviera hablando de conjuntos musicales.
Menos mal que desde que Margarita González Saravia presentó a su secretario de Seguridad advirtió que no era ningún supermán, y que tampoco le pondría un plazo para que demostrara su capacidad o presentara su renuncia.
Miguel Ángel Urrutia Lozano ha demostrado que tiene disposición de hacer bien las cosas, y al menos hasta ahora no ha dado muestras de corrupción, pero tampoco ha logrado ninguna hazaña en lo que lleva al frente de la extinta Comisión de Seguridad Pública. Lo malo es que mientras él avanza a paso firme pero lento, la delincuencia sigue su imparable tarea de eliminar gente, de cualquier sexo y edad.
Por otro lado, Urrutia Lozano ya comenzó a caer en el viejo truco de inflar las noticias. Una de ellas es el “rescate” de la afamada chef y su esposo, lo que originó que la propia víctima diera las gracias a la gobernadora. Sin embargo, ¿por qué no decir que los secuestradores al ver tanto movimiento de las corporaciones tanto federales como estatales dejaron ir a la pareja?
Al parecer hoy habrá una conferencia de prensa sobre temas de seguridad. Se hablará de coordinación entre las diversas instituciones, pero se insistirá en la necesidad de que el fiscal Uriel Carmona abandone el cargo “porque ya está muy desgastado”. Entonces la coordinación no puede estar completa.
En política llamamos “Luna de Miel” a ese periodo en el que el nuevo gobernante tiene un periodo de gracia simplemente porque no se le puede reclamar nada de lo que hizo o dejó de hacer el gobierno anterior. Ese periodo puede durar dos meses, cuatro, o hasta seis meses. Pero no más.
Cuauhtémoc Blanco era un neófito en la política por lo que gobernó “como Dios le dio a entender”, pero Margarita es una mujer avezada en la política que además está rodeada de verdaderos “viejos lobos de mar”, que saben cómo sortear vicisitudes como la del pasado martes.
Quizás alguno de ellos ya le haya dicho que la campaña ya se acabó y que ahora es tiempo de gobernar. Menos eventos multitudinarios y más horas en la oficina. Ya estuvo bien de abrazos y felicitaciones, ahora es necesario ponerse a trabajar. Un informe de los primeros 50 días sólo se le habría ocurrido a Andrés Manuel López Obrador, bajo la justificación de que los 100 días caen en periodo vacacional y nadie se va a acordar.
Hay asuntos importantes como es la designación de un director de la Defensoría Pública que quedó acéfala porque la ex diputada Paola Cruz protestó el cargo y después lo dejó tirado por irse a manejar los dineros del partido.
Administrar un estado es difícil, pero nadie dijo que sería fácil.
HASTA MAÑANA.