La tarde-noche del pasado lunes, habitantes de Ocoxaltepec, municipio de Ocuituco, retuvieron al alcalde, Juan Jesús Anzures García, por la falta de cumplimiento en la ejecución de varias obras para la comunidad. Lo amarraron a un poste y acordaron que no lo soltarían hasta que acudiera personalmente la gobernadora Margarita González Saravia.
La mandataria no acudió de inmediato, pero sí se comunicó vía telefónica y prometió acudir el miércoles, y cumplió. Gracias a eso Juan Jesús Anzures García fue liberado a las 3 de la tarde del martes.
Según el reporte de mi compañero Mario Vega, la crisis se desencadenó cuando los pobladores argumentaron que el alcalde les había prometido varias veces que se iban a realizar, pero no se habían llevado a cabo.
Ante el retraso en los trabajos y a falta de 14 días para que concluya la presente administración, los vecinos le exigieron la entrega del dinero que estaba destinado para las obras. Para ello, lo ataron a un poste, donde lo mantuvieron toda la noche.
La mañana del miércoles, el alcalde electo, René Jacobo Ortuño, acompañado por el director general de Gobierno del Ejecutivo estatal, Adrián Cázares González, arribó al sitio para dialogar con los habitantes y lograr la liberación del alcalde.
Previo a su liberación, Anzures García explicó que la falta de obras en la comunidad se debía al proceso de destitución que enfrentó recientemente, lo que retrasó los proyectos pendientes. También dijo que entendía las acciones que tomó la comunidad al retenerlo, ya que temían que las obras no se realizaran antes de que concluyera su administración.
La minuta de acuerdo para la terminación de las cuatro obras fue firmada por Adrián Cázares, un representante de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Obras Públicas y habitantes de la localidad, lo que fue avalado -vía telefónica- por Margarita González Saravia.
Tal como lo había prometido, el miércoles al mediodía arribó la gobernadora acompañada por Víctor Sánchez Trujillo (que como secretario de Desarrollo Económico no tendría nada qué hacer ahí, pero se nota que Margarita confía mucho en él) para atender personalmente las demandas de habitantes por obras inconclusas; en este encuentro, reafirmó el compromiso de su gobierno con la cercanía territorial y creación de soluciones que respondan a las necesidades de las comunidades, fortaleciendo un modelo de gobernanza basado en el diálogo y la atención directa.
Acompañada por el presidente municipal, Juan Jesús Anzures García, y el ayudante, Gustavo Ángel Flores Díaz; así como del alcalde electo, René Jacobo Ortuño, manifestó que las obras pendientes en la comunidad serán culminadas antes de que finalice el año, asimismo, reiteró que su administración prioriza la generación de acuerdos y evita la confrontación, como una estrategia clave para fortalecer la gobernabilidad en todas las regiones del estado, por lo que se mantendrá comunicación con los habitantes de Ocoxaltepec.
En esta ocasión todo terminó felizmente, pero nos hizo recordar aquel episodio de agosto de 1993, cuando el entonces gobernador Antonio Riva Palacio López se quiso hacer el muy valiente y acudió solo al municipio de Jonacatepec a liberar a unos policías judiciales que estaban retenidos, lo que a la postre le costó la vida a su escolta personal, de nombre Jesús Martínez, al recibir un golpe en la cabeza.
Varios colegas han escrito sobre ese incidente, pero escogimos la crónica de Lya Gutiérrez Quintanilla (mi jefa en 1993 en El Universal Morelos) publicada en El Sol de Cuernavaca el 21 de noviembre del 2021:
Pues bien amigos, todo sucedió una noche de agosto del 93, cuando al pasar una Pick Up de la Policía Judicial, en un rondín de rutina por el poblado de Jonacatepec, ubicado al oriente de Morelos, se percataron los uniformados que en pleno kiosko frente a la Presidencia Municipal, dos jóvenes visiblemente armados ingerían unas bebidas. Se bajan y se encaminan hacia ellos para desarmarlos, pero los jóvenes, uno de ellos miembro de la familia más prominente del lugar, Ramiro Gollolarte de 17 años de edad y su amigo Rómulo Catalán de 21, temiendo un secuestro, ya la familia Gollolarte principales productores cebolleros de la región, había sufrido varios secuestros ocurridos cada vez que levantaban sus cosechas, accionan sus armas de fuego y dos uniformados caen. Ellos corren para eludir la captura y Catalán se mete a su casa y su madre que no vio a Ramiro, cierra la puerta detrás de él, Ramiro queda a merced de los uniformados. Avisado, llega su padre con fama de cacique con su hermano, también armados. Se hacen de palabras, accionan sus armas y caen abatidos el joven Ramiro y su tío. La población detiene a cuatro policías y los encierran en la pequeña cárcel local.
Los demás se dirigen a Cuernavaca. Todo esto mientras el párroco hacía tañer las campanas insistentemente llamando a la población. El pueblo entero se levanta. A las cuatro de la mañana van por la diputada Irma Oliván Rebollo que vivía cerca de Jonacatepec y ella al llegar, llama por teléfono al gobernador, insiste en que lo despierten para informarle lo que estaba ocurriendo. Llama el gobernador al procurador general de Justicia del Estado de Morelos, Tomás Flores Allende, quien debido a una pugna entre él y el director de la judicial del estado no lo habían enterado y le ordena Riva Palacio dirigirse de inmediato a calmar la situación.
Flores Allende, que vivía no lejos de Jonacatepec, sin esperar a sus escoltas, se pone una chamarra de tergal repelente al agua, (lo que le salvó la vida) y manejando él mismo su camioneta, llega con la mejor de sus sonrisas al poblado. Abre la puerta, pero en ese momento lo jalan y cae al suelo, sobrevive al intento de ahorcamiento pensando los vecinos que él era el culpable, ya rociado de gasolina y al no lograr quemarlo lo encierran a esperar su suerte. Llega el gobernador solo con su chofer y el jefe de su escolta, y comienza el dialogo que duraría todo el día, al ver que anochecía y no lograba calmar los ánimos, les hace prometer que no los matarían y ordena traer a los policías rescatados por sus compañeros.
Le habían asegurado a don Antonio que sólo les darían una calentada para que sintieran lo que ellos sentían cada vez que llegaba la policía de la división Scorpio (también conocidos como los Negros, por sus uniformes).
Y así, en medio de un rugido animal asistimos al intento de linchamiento y golpiza que escuchamos les infringían, en ese momento con proyectiles pasando sobre nuestras cabezas, de verdad queridos lectores, ante la irracionalidad de quienes intervenían pensé: Aquí nos podemos morir. Afortunadamente cuando iban a tirar a uno desde el segundo piso de la alcaldía de pronto escucho gritar al gobernador con los brazos en alto imponiéndose a la multitud: “Ya basta, ya basta, no se manchen las manos de sangre. Ustedes no son asesinos”. Y se deja ir el gobernador al interior de las oficinas subiendo de dos en dos la escalera. Al llegar a donde estaban les quita a los dos policías que ya lucían irreconocibles por la golpiza recibida. Los baja y aun así los seguían golpeando. Ya afuera, los entrega a dos asistentes que aparecieron de no sé dónde y les ordena: Enciérrenlos.
“Yo ya cumplí” les dice serio el gobernador a los que lo rodeaban, vamos ahora por el procurador, cuando salen, el hábil manejo del entonces director de Comunicación Social del gobierno estatal Rolando Ortega evitó la caída de don Antonio. Jacobo Zabludovsky inicia su noticiero 24 Horas, con estas palabras: “La oportuna intervención del gobernador de Morelos evitó el linchamiento del procurador del estado”. No se dijo nunca que el gobernador había estado todo un día secuestrado sin poder retirarse del lugar.
Conclusión: En esta ocasión todo salió bien en Ocuituco, pero no debería acostumbrarse a la gente que, reteniendo a un servidor público, de inmediato va a ir la gobernadora.
HASTA EL LUNES.