La semana pasada, el alcalde de Cuernavaca, José Luis Urióstegui Salgado, solicitó apoyo para llevar a cabo una revisión exhaustiva de todos los elementos de la Secretaría de Protección Ciudadana, ante la sospecha de que muchos elementos trabajan para diversos grupos de la delincuencia organizada, lo que ha tenido como consecuencia que “desde adentro” proporcionen información para asesinar a policías que cumplen con su deber.
“Pedí a las autoridades federales y estatales que nos ayuden a revisar toda la policía municipal. Muchos tienen exámenes de control y confianza aprobados, otros están en trámite. Queremos hacer todo lo posible para evitar que nuestros elementos estén en riesgo, y que quienes lo estén nos lo informen para tomar las medidas necesarias”, declaró Urióstegui Salgado al ser entrevistado al término de la sesión de la Mesa de Construcción de Paz y Seguridad, en la 24ava. Zona Militar.
Lo anterior, luego de que dos policías mujeres fueron ejecutadas el pasado jueves por la mañana cuando circulaban a bordo de un automóvil particular y se dirigían a Jiutepec después de haber salido de su turno. La hija de una de ellas, también falleció en el ataque.
Un mensaje dejado en un folder encima del parabrisas advierte que fue una represalia por proteger al “Santos de la Estación”, aunque cabe la posibilidad de que el desprestigiar su nombre sea parte de la estrategia de los malhechores para desanimar a los policías que están combatiendo realmente al crimen organizado.
“Plata o plomo”, es la oferta que reciben los policías de los diferentes cárteles, obligándolos a participar de manera indirecta en las actividades ilícitas, principalmente, no estorbar en las labores de “limpieza” (como le denominan a la eliminación sistemática de vendedores de droga de los grupos contrarios).
Por absurdo que parezca, estudiosos de la seguridad pública y servidores públicos coinciden en que los homicidios dolosos (ejecuciones) en Morelos se incrementaron a partir de que Arturo Beltrán Leyva fue abatido el 16 de diciembre de 2009. Es decir, que la estabilidad social de nuestra entidad se fincaba en un delincuente.
¿Cómo era la vida en Morelos durante el reinado de “El jefe de Jefes”?
El expediente PGR/SIEDO/UEIDCS/166/2009 al que éste columnista tuvo acceso, aporta algunos datos que nos dan una idea de por qué había una relativa tranquilidad en Morelos y los índices de delitos comunes también estaban bajo control.
A través de las declaraciones de los detenidos, se establece un escenario según el cual, la organización de los hermanos Beltrán Leyva tenía bajo sus órdenes a policías de casi todos los municipios, así como a los ministeriales, preventivos estatales y lo que alguna vez se conoció como “federales de caminos”, e incluso miembros de la 24ava. Zona Militar a cargo del general Leopoldo Díaz Pérez.
Con pagos de mil 500 hasta dos mil dólares mensuales, los narcos podían transitar libremente por territorio morelense.
“Para la Secretaría de Seguridad Pública trabajábamos como aviadores, es decir, sólo firmábamos y cobrábamos; todo estaba arreglado por el subdirector de Seguridad Pública, con clave Hierro, de nombre Raúl Díaz Román, y también el subsecretario de Seguridad Pública, Said Viana Valenzuela, y el secretario de Seguridad Pública, Francisco González”, dice la declaración del ex policía Mario González Gaspar, alias “El negro”, rendida ante el agente del Ministerio Público Federal adscrito a la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada, aunque habría que aclarar que después lo negó y se dijo torturado.
Refiere que los primeros en integrarse a la organización de los Beltrán Leyva fueron Esteban Royaceli Linares, Manuel Alejandro Briones, Martín Rosas, Iván Rodríguez y Sergio Ramírez, además del propio González Gaspar, quienes se entrevistaron con Francisco Camacho, jefe de seguridad de Mario Pineda Villa, alias “el MP”
Ahí acordaron que recibirían mil 500 dólares mensuales estar al servicio de la organización. Les proporcionaron una camioneta Toyota color verde y desempeñaban prácticamente el mismo trabajo que los policías, sólo que al servicio de “la maña”, teniendo como objetivo principal el detectar retenes u operativos de la Policía Federal o el Ejército, lo que entre ellos se conoce como “halcones”.
En ocasiones, relata el hoy detenido, la camioneta Toyota hacía recorridos, siempre seguida por la patrulla 2816.
Sin mencionar la fecha, señala que hubo un tiempo en el que se desató una guerra entre los Beltrán Leyva y los zetas por el control de la plaza de Cuernavaca, lo que ameritó que llegara gente de otros lugares para “patrullar” la capital de Morelos y su zona conurbada, al grado de dividir la ciudad en sectores y así evitar que otros carteles vendieran droga en lo que consideraban su territorio.
Como podemos observar, los policías de Cuernavaca estaban felices, pues cobraban su sueldo en la corporación y mil 500 dólares mensuales en una casa de la calle Copalhuacán, esquina con calle del Arco, donde hoy se erige un exclusivo fraccionamiento denominado “Los Arcos”.
Pero además, los sicarios de Beltrán Leyva les ayudaban a hacer su trabajo, pues si encontraban a un ladronzuelo se lo entregaban a los policías, y si los policías agarraban un “tirador de coca”, se lo entregaban a los narcos.
Era tanto el poder del capo que no tenía competencia, y cuando alguno de sus subordinados “calentaba la plaza” ordenaba su ejecución, tal como ocurrió con los hermanos Pineda Villa, quienes ordenaron el asesinato del subprocurador Andrés Dimitriadis. De vez en cuando aparecían hombres muertos con una cartulina que decía “me mataron por robacoches. Atte el jefe de jefes”.
“Don Arturo” vivía a espaldas del Hotel Las Quintas donde hoy es la oficina del DIF en tanto que Edgar Valdez “La Barbie” tenía su rancho en Atlacholoaya. Los Pineda Villa (cuya hermana se casó con el alcalde de Iguala) rentaban una casa en Reforma, a unos metros de la casa de gobierno.
Pero alguien (suponemos que el presidente Felipe Calderón) ordenó la captura “vivo o muerto” de Arturo Beltrán Leyva. Abatido el capo de capos, muchos de sus lugartenientes quisieron ocupar la jefatura de la organización y comenzaron a pelearse entre ellos por el control de la plaza que abarca Morelos, Guerrero y parte del estado de México.
También llegaron gente de “La Familia Michoacana”, “Los Rojos”, “Guerreros Unidos”, “cartel del Golfo” y varios grupos más. Tiempo después surgió El Cartel Jalisco Nueva Generación que dice tener un ejército de 5 mil personas a su servicio en todo el país… y la lista es interminable.
Según esta hipótesis, la violencia (y la inseguridad en general), disminuirá cuando surja un nuevo “jefe de jefes” con el poder suficiente para articular una sola organización con mando vertical, y con el suficiente dinero para comprar a las autoridades de Morelos.
Mientras eso sucede, seguirán matándose entre ellos.
HASTA MAÑANA.