Las películas son como los animales: en su hábitat natural son más poderosas y hermosas. No hay nada como ver una película en el cine. Esa oscuridad que te envuelve, ese colosal rectángulo de luz que se proyecta frente a ti y que te absorbe por completo, el sonido penetrando en ti, las imágenes que van y vienen emocionándonos hasta las lágrimas o las carcajadas. Ir al cine es todo un ritual, una experiencia única, hechizante; y parece ser que es un rito con fecha de caducidad.
Cada vez son más las personas que no asisten a una sala de cine y las razones son múltiples: los costos elevados de las entradas y la dulcería, las nuevas plataformas de exhibición, la piratería, etc. Muchos son los factores, pero también muchos son los cineastas que ruegan porque el público vea las películas en el lugar al que pertenecen: en una sala de cine. Cineastas como Tarantino o Cristopher Nolan, instan a que no dejemos de asistir a esos lugares donde la magia es posible. Pedro Almodóvar, veterano cineasta español, presidió el Jurado del Festival de Cannes este año, y en medio de la controversia suscitada por un desencuentro entre Netflix y el prestigioso certamen, externó su preocupación respecto a que las nuevas generaciones cada vez acuden menos a las salas de cine.
Es cierto que vivimos tiempos inmejorables para ser cinéfilos. Las nuevas tecnologías nos permiten tener acceso inmediato a cientos de películas. Ya sea legal o ilegalmente. Plataformas como Netflix, Amazon Prime Video, MUBI o Filmin cambiaron radicalmente la forma en que nos relacionamos con el cine (o simplemente añadieron formas nuevas de encontrarnos con el séptimo arte). La piratería también juega un papel importante, y no necesariamente antagónico, ya que el internet tiene sus propias reglas y muchas veces no coinciden con las establecidas por la Ley en cuanto a derechos de autor se refiere. Pero ese es otro tema que después abordaremos con más calma.
Pero también es cierto que nada iguala la experiencia de ir a un cine. Si bien cadenas como el duopolio Cinemex-Cinépolis que gozamos o padecemos en México, han estandarizado un estilo de recintos con un decorado de interiores pseudo-moderno y muy a la usanza de mall gringo, hay que reconocer que la calidad de proyección es de altísima calidad y eso es un factor importante que considerar cuando se debate uno si ver la película en el cine o esperar a que salga el DVD/Blu-ray o la suben a Netflix. Una buena calidad de imagen y de sonido son algo exquisito y que por obviedad no tenemos en nuestra casa (aunque tengamos la pantalla plana y el teatro en casa más sofisticados).
También hay otras cosas en juego como arreglarse, desplazarse hasta el cine, ir con alguien, discutir la película con tu(s) acompañante(s) mientras bebes y comes algo en una cafetería o un bar, regresar en el coche o en el camión pensando en el filme, y muchos otros factores que hacen que el pensamiento y los sentimientos se pongan en marcha de una manera que tal vez no sucedería en la comicidad de nuestro hogar. Hasta el hecho esperar el estreno durante meses y resistir la tentación de verla en línea o comprarla físicamente de manera legal o no, influyen en la manera en que nos relacionamos con la obra cinematográfica.
En fin. Ojalá que ustedes lectores sean de los que valoran ver una película donde debe de ser y que se permitan a sí mismos disfrutarla en todo su esplendor. Hasta la próxima.