Las adaptaciones en el cine siempre han sido un tema controversial. Amistades, familias y hasta imperios se han fragmentado discutiendo si es mejor el libro que la película o viceversa. Pero debates de este tipo pueden llegar a ser infértiles y no llevarnos a ningún lado.
Primero que nada, porque al comparar la adaptación de un libro, cómic, videojuego, o lo que sea, a la gran pantalla, estamos comparando dos formas artísticas totalmente distintas. Pese a que se trate de la “misma historia” hemos de entender que la naturaleza del cine es completamente distinta a la de la obra originaria.
Por un lado, hay factores presupuestales, hacer películas cuesta muchísimo dinero y los cineastas están obligados a suprimir elementos en beneficio del presupuesto (y dicho sea de paso, de la paciencia del espectador, imagínese usted una adaptación de 8 horas de sólo uno de los libros de Harry Potter). El guionista está obligado a identificar los elementos esenciales de esa historia original y sintetizarlos dentro de la película, preservando su esencia o identidad. Eso, en el caso de que así quiera el cineasta que sea, porque directores como Stanley Kubrick o Alfred Hitchcock no hicieron adaptaciones fieles de los libros en los que se basaron para sus películas.
Hay quien prefiere usar el término “basada en” que decir que es una adaptación. Esto para evitar que los fanáticos de la obra original le reprochen la ausencia de fidelidad. Quien dice que se “basa en” está haciendo uso de la retórica y protegiéndose contra las expectativas de quienes esperan una calca de la obra origen. A veces, esta expresión se utiliza con fines meramente promocionales. Un ejemplo destacable es Hitchcock, quien deliberadamente cambiaba las cosas al adaptar, ya sea para mantener con vida el factor sorpresa o porque simplemente le gustaron algunas de las situaciones planteadas en el libro para desarrollar algo diferente y evocar otros significados. Esto se llama libertad autoral y es un derecho fundamental de cualquier artista. Aunque a veces nos cueste aceptarlo como espectadores.
Es un tema extenso y en el siguiente texto lo abordaremos con mayor detalle. Nos despedimos invitándolos a que se planteen las siguientes preguntas: ¿por qué necesariamente habría de ser mejor la película o el libro? ¿No pueden ser simplemente diferentes y ya? ¿Qué implica adaptar? ¿Qué se gana y se pierde? ¿Por qué es común que la gente piense que es mejor el libro o la obra original? ¿En qué nos basamos? ¿A qué nos referimos con mejor?