Sin embargo, demasiados expertos han demostrado que aprenden más y mejor aquellos niños y jóvenes que tienen la buena costumbre de la lectura, al grado de que ese puede ser el secreto para lograr mejores calificaciones que los demás.
Por eso, además de lamentar la falta de políticas públicas reales para fomentar la lectura, por lo menos reconozco que hay iniciativas que son muy enriquecedoras, como la que permite desde hace algunos años que una parte de la población tenga acceso al remate de libros destinados a ser destruidos.
Lo absurdo de este país hace que las empresas editoras no puedan regalar las existencias de libros que no se vendieron y que llenan las bodegas, porque si los regalan deben pagar impuestos.
Lo que parecía la única alternativa, destruirlos, afortunadamente ya tiene una opción, que es la venta a bajo precio en un evento masivo que sin embargo sólo se organiza en la ciudad de México, lo que limita el acceso a la mayor parte de los ciudadanos.
Supongo que si las autoridades de los estados se hicieran cargo de los gastos de transporte de tan valiosa mercancía, las empresas productoras de esos libros que en sus mercados naturales ya no tienen salida podrían ponerlos al alcance de más gente.
Leer enriquece a los individuos y ala sociedad de la que forman parte, por lo que poner a disposición de la gente libros a un costo reducido sería una forma de generar riqueza.
Ojalá alguien asuma esa propuesta.