Los accidentes viales son una de las principales causas de muerte entre los jóvenes. Muchas veces derivan del excesivo consumo de alcohol, otro de los problemas de nuestra gente.
La combinación de ambos factores produce cifras preocupantes. Ver ese mal de los accidentes como hechos aislados es parte de la situación que genera esa preocupante indiferencia.
Sin embargo, basta con hacer un recuento para certificar lo que desde hace más de un año las autoridades de salud recalcan: que no es posible tener tanta tolerancia ante el elevado número de decesos que ocurren y que nos privan de personas en su mejor edad, muchas veces apenas en proceso de formación profesional, que dejan un enorme hueco.
Todo eso es evitable. Aunque no se puedan reducir los accidentes a cero, si es posible prevenir en gran medida que ocurran percances.
Además de corregir lo más que se pueda las fallas ya identificadas en calles y carreteras, se requiere de una gran campaña de concientización entre nuestros jóvenes, para evitar que rompan las reglas de tránsito cuando conducen, pero también para que aquellos que no van frente aun volante tengan el valor de pedirle a los conductores que sean cuidadosos.
Las maniobras arriesgadas, pero sobre todo conducir a exceso de velocidad hace que la vida de los ocupantes de un vehículo dependa de la suerte. Un bache en el camino, otro conductor, imprudente, la lluvia o cualquier otro factor de ese tipo deja de ser controlable cuando se exceden las normas de tránsito.
Los invito a reflexionar sobre el tema pero, sobre todo, a tomar acciones preventivas. Lo que señalo es real. Y si no me cree bastará con que lea la página 34 del periódico que tiene en sus manos.
Aquello de lo que hoy hablo es una terrible realidad.